En aquel verano de 1936, Jeroni Alomar era sacerdote en Llubí, un pueblo del centro de Mallorca. En aquel clima, Jeroni Alomar contribuyó decisivamente a salvar la vida de algunas personas -alcaldes o concejales de algún pueblo vecino al suyo-, facilitándoles la huida en barca a Argelia. Detenido y juzgado en uno de aquellos vergonzosos consejos de guerra por "auxilio a la rebelión", fue fusilado en junio de 1937.