La Iglesia católica pierde feligreses en América Latina ante el empuje de un proselitismo protestante que pone precio al metro cuadrado de cielo, rehabilita a maridos borrachos, acepta el diaconado de fornicadores y, ¡milagro, milagro!, convierte a paralíticos en liebres. El mexicano Antonio Cárdenas tiene 52 años, era católico y drogadicto, pegaba a su mujer e hijos y al abrazar la Luz del Mundo se sintió en comunión con Cristo, y mejor persona. 'Mi iglesia me ha ayudado mucho y ahora entrego el salario a mi esposa'