Un estudio realizado por el Doctor Piers Mitchell de la Universidad de Cambridge investiga las supuestas innovaciones higiénicas de la romanización. Los piojos y las pulgas estaban tan extendidos entre los romanos como en los vikingos y las poblaciones medievales, donde prácticamente no se aseaban. A pesar de las mejoras como el uso de agua potable o la eliminación de las heches de las calles, los parásitos orales fecales aumentaron en la época.