Dependemos tanto de nuestros dispositivos que, siempre que encontramos un cargador, los enchufamos sin ser conscientes del riesgo al que nos exponemos. Esos cables que vemos en cada vez más lugares como las tiendas de Ikea, los coches de alquiler y los aeropuertos o los puertos USB que están a nuestra disposición en los autobuses y trenes pueden pasar de ser una salvación a convertirse una pesadilla en cuanto conectemos nuestro móvil.