En una tarde fría de 1973, mientras Eyrún Sæmundsdóttir tejía un suéter de lana, miró por la ventana un avión que caía desde el cielo y vio cuando se estrelló en su granja en el sur de Islandia. La escena era increíble. Bajó a donde estaba su esposo, Einar, quien también estaba mirando fijamente a través del cristal la impresionante escena. Fueron a inspeccionar, desde su casa hasta donde ocurrió el accidente son más de 5 kilómetros. Caminaron lentamente hasta la playa Sólheimasandur.