Fin del límite de 50 MW Ese tope de 50 MW no sólo condicionaba la percepción de las primas –las instalaciones mayores no tenían derecho a ellas–, sino que también limitaba la prioridad de inyección en la red, es decir, el hecho de que la energía renovable siempre se ponga al servicio de los consumidores, en detrimento de las fuentes sucias, que deben dejar de producir si hay energía limpia disponible. Eso suponía que los megaparques fotovoltaicos planeados no tenían garantizada la prioridad de vertido.