El otro día lo hice, al fin. Tras meses dudando, semanas mordiéndome las uñas y días decidiendo si sí o no, terminé por descargarme Killzone Shadow Fall a un precio un poquito de coña de 8 euros y empecé a jugarlo en mi Playstation 4 para comprobar si de verdad había sido un error tan grande o era, como suele pasar al principio de toda generación de consolas, el cabeza de turco de los que esperan cambios acojonantes desde el minuto cero y, al no conseguirlos, lloran