La obsesión por las métricas en Internet, por el número de nuestros seguidores que dicen me gusta, nos conduce a un comportamiento compulsivo, competitivo y ansioso, y nos empuja a crear más y más contenido persiguiendo una idea opaca de éxito social. La edad y el sexo influyen: los mileniales en Instagram los racionan más que, por ejemplo, las mujeres de mediana edad en Facebook, porque “están más preocupados por su capital social” (su reputación digital) que el resto de grupos demográficos.