La madurez de la ficción de un país también denota madurez democrática (y viceversa), ya que lleva a reflexionar sobre historia reciente, conflictos sociopolíticos y económicos que afectan de primera mano a los espectadores. Para que se llegue a este punto es necesario que las productoras y cadenas se quiten el miedo, renuncien a lo formulaico, respeten la inteligencia del público y apuesten por guiones críticos. (...)