Para evitar que los partidos estén inmersos en una continua campaña, recortemos la posibilidad de que los presidentes de gobierno, central y autonómicos, aprieten el interruptor electoral. Otras democracias, como EEUU o Suecia, tienen fijado un día concreto para celebrar determinadas elecciones. El primer domingo de septiembre, el primer martes después del primer lunes de noviembre, da igual. Lo importante es hurtar a los actores políticos la posibilidad de decidir estratégicamente cuándo acaba la función.
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