Svetlana Sokova jamás pensó que huiría de San Petersburgo para acabar exiliada en Segur de Calafell (Tarragona) con acusaciones por terrorismo, extremismo e incitación a la violencia a sus espaldas. Todo empezó con la compra de un piso en Rusia que una jueza anuló, argumentando que era una adquisición fraudulenta, después de haber sido sobornada por la esposa del propietario.
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