El abordaje sobre drogas fijado a principios del siglo XX (exacerbado por la guerra contra las drogas exportada por Nixon en los años setenta) se basó en un esquema mental de prohibición y abstinencia, ligado a planteamientos ideológicos, morales, religiosos, políticos y geoestratégicos (e incluso racistas y de control social) más que a la evidencia. Estos aspectos modelaron los imaginarios, representando los problemas relacionados con drogas más como producto de malas decisiones personales que como un fenómeno con múltiples dimensiones.