Es muy difícil en los tiempos de consumismo desaforado y obsesión por el enriquecimiento personal abogar por un modelo de desarrollo que pivote en no seguir creciendo, mantener hábitos austeros y ralentizar el ritmo asfixiante de expolio de la naturaleza. El discurso dominante nos intenta persuadir que la “ecoeficiencia”, el “desarrollo sostenible” y la innovación tecnológica pueden lograr el milagro de los panes y los peces de continuar creciendo en un planeta finito, solo a base de poner algunos frenos a la ineficiencia y al despilfarro.