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Cuando Arnaldo me llamó para invitarme a pasar unos días en su mansión de Arralde, no dudé en aceptar. Él ha pasado muchos findes en mi casoplón de Galapagar, protegido por 20 guardias civiles de mi servicio personal y bañándose en mi piscina olímpica. Le tengo dicho a mi mayordomo (venezolano, del Country Club de Caracas) que cuando viene Arnaldo le tenga siempre txakoli helado y se dirija a él hablándole con el acento que le ponían en el doblaje español a la criada negra (Hattie McDaniel) de Lo que el viento se llevó: “señoriiiitoooo Otegi”.