Esta semana me derrumbaba frente a Marina, una trabajadora social a la que fui a ver para resolver algunas dudas sobre un tema familiar. Iba con la idea de poder hablar, pero un terrible nudo en la garganta me atravesaba desde primera hora de la mañana. Creí que podría hacerlo, pero fue sentarme y ¡boom! no pude parar de llorar durante todo el tiempo que duró la cita. Le agradezco su cercanía y cómo fue capaz de ponerse en el otro lado de la mesa y entender a tantas y tantas familias que como la mía se enfrentan a situaciones difíciles, sin sab
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