El Papa Francisco dio una muestra clara de cómo iba a desarrollarse su viaje a Canadá nada más bajarse el domingo del avión que le llevó desde Roma hasta la ciudad de Edmonton, capital del estado canadiense de Alberta: al ser recibido por un grupo de indígenas, le besó con humildad la mano a una anciana nativa. Fue un sencillo gesto que simboliza esta «peregrinación penitencial», como él mismo la presentó, ya que su objetivo es pedir perdón y buscar la reconciliación con los pueblos originarios canadienses por los atropellos sufridos
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