Podría concluirse pues que la dimisión de Iglesias ha dejado un amplio reguero de huérfanos. La jauría mediática anda desconcertada por mucho que lo disimule porque han perdido la batalla. Disparar a Iglesias era parte de la estrategia, pero no toda la estrategia, de una guerra de mayor envergadura. Ellos quieren liquidar al gobierno y ahora se ven obligados a ponerse a trabajar para dirigir los ataques hacia otros nombres y apellidos.
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