Habría de nacer, producto de la fuerza, el patrón oro dólar, que impondría a partir de 1945 a la divisa de los Estados Unidos como único medio de intercambio de comercio y ahorro en el mundo. La opción decidida ofrecía una poderosa garantía: se sustentaría el sistema dólar en las reservas del metal precioso de la máxima potencia de la época, poseedora de la mayor cantidad de lingotes en aquellos días. Asimismo, no se ocultaba que se proyectaban ventajas inmensas para el país hegemónico.
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