Cuando Flint, Michigan, anunció en septiembre que se incinerarían 68 armas de asalto recogidas en una recompra de armas, la ciudad citó su política de no revender nunca armas de fuego. Pero las armas de Flint no iban a ser fundidas. En lugar de eso, fueron a parar a una empresa privada que ha recaudado millones de dólares cogiendo armas de fuego de agencias policiales, destruyendo una sola pieza de cada arma con el número de serie estampado y vendiendo el resto como kits de armas casi completos.
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