El centralismo autoritario chino, muy tecnificado, de alto rendimiento capitalista y burocrático, es hoy mucho más poderoso que la democracia liberal, lastrada por la baja participación social y la alta polarización política. El rendimiento administrativo, social y económico del sistema democrático occidental, condenado al cortoplacismo del ciclo electoral y al egoísmo de los políticos, es inferior al chino.
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