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Guitarras con un par de ovarios
En 1897, en Carolina del Norte, el miembro más joven de una familia humilde se acercaba por primera vez al banjo de uno de sus cinco hermanos y un año más tarde era capaz de extraer del instrumento un buen puñado de canciones. Tres primaveras después se compraría su propia guitarra por algo menos de cuatro dólares con el dinero que había ganado trabajando. Aquella persona había aprendido por su cuenta a hacer bailar las cuerdas y comenzaba a escribir sus propias canciones. Tenía once años y se llamaba Elizabeth Nevills.
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