La cultura española –si eso existe- tiene un problema grueso, y graso, con la palabra indígena. ¿Quiénes son? ¿Cuántos? ¿Qué pretenden? Todo ello como si tuviésemos claro que existe un reducto exacto, como un lugar, desde el cual postular un indigenismo biológico, donde colgar una etiqueta, esas etiquetas a las que somos tan adictos. La prensa, los medios, la historia… ha confeccionado una figura del indígena a su medida, dividida entre lo mercadeable y lo despreciable.