Cuando la única manera que tiene un gato de hacerte saber que esa arena nueva no le gusta nada es orinarse largamente fuera de la bandeja, uno acaba por entender que hacer que un felino obedezca es una tarea entre difícil e imposible. Que se esté quieto, que pasee por la calle sin asustarse, que interaccione con seres humanos desconocidos y que siga a su dueño por todas partes incluso entre la gente y los coches y que nadie le haya enseñado a hacerlo no es, desde luego, normal. Pero es que Bob no es un gato normal,es más que especial, es único.