Lo sorprendente —lo realmente asombroso— es que no haya más deportistas de élite que se comporten como unos niños malcriados. Pregúntese, estimado lector, qué hubiera sido de usted a los 19 o 20 años si, prácticamente de la noche a la mañana, hubiera pasado de ser un chico anónimo cualquiera a convertirse en un multimillonario famoso perseguido por los aficionados, los medios y las mujeres. Lo normal — y el que aquí escribe no se excluye de la hipótesis— sería que se le subiera a la cabeza, que se transformara en un personaje egocéntrico...