Prost era McLaren y de repente llegó Senna: más alto, más guapo, más técnico, cinco años más joven y con mucha mejor prensa dispuesto a coger el relevo. No era fácil de digerir, al fin y al cabo Senna no había ganado ningún campeonato hasta entonces y para el francés no era más que el niño mimado de Ron Dennis, el niño mimado de Honda.