España es campeona del mundo en la final más dramática que se recuerda. El gol de Iniesta, en el segundo tiempo de la prórroga, hizo justicia con un equipo inolvidable y consagra a un jugador que es el paradigma de la humildad, lo más alejado a una estrella del fútbol pero con las virtudes de un fenómeno. Aún no se sabe de dónde sacó el Pálido Iniesta esas décimas de segundo para bajar las pulsaciones y rematar con la derecha el balón más importante en la historia del fútbol español.