"El libro es de historias divertidas", explica, antes de repasar algunas de las llamativas. "Hay documentados al menos tres casos de jugadores negros que salieron corriendo cuando se toparon con una procesión porque pensaron que era el Ku Klux Klan. O el americano al que le dan un coche y lo quema el primer día porque no cambia de marcha al pensar que es automático. O Kenny Simpson, que pedía las llaves del pabellón en Manresa para entrenar, pero acabaron descubriendo que se llevaba el teléfono desde su casa, lo enchufaba y se ponía a hablar.