A principios de los años 50 la prioridad para el ingeniero jefe Serguéi Koroliov era la exploración tripulada de Marte. No obstante, la Luna estaba mucho más cerca y, evidentemente, también era un objetivo interesante. La oficina de diseño OKB-1 planteó varias propuestas de misiones, pero no sería hasta después del decisivo anuncio del presidente estadounidense John F. Kennedy cuando el Kremlin comenzó a mostrar un ligero interés hacia estas propuestas.