La distintiva espiral de Carina, de unos 35 millones de años, está formada por docenas de estrellas vagamente ligadas por la gravedad, aunque desde la Tierra se ve como un pedazo de cielo densamente poblado de estrellas. Estos brazos espirales son, en realidad, ondas de gas y estrellas amontonadas que barren el disco galáctico, desencadenando brillantes estallidos de formación estelar y dejando en su estela cúmulos como NGC 3590. Por eso, además de revelar a los astrónomos claves sobre cómo se forman y evolucionan estas estrellas,