Las revueltas que comenzaron en Túnez y Egipto en diciembre de 2010, y que se extendieron a Bahréin, Yemen, Siria y con menor intensidad en otros países, tuvieron su origen en la pobreza y desigualdad creadas por políticas neoliberales, la exclusión de las mayorías en las decisiones de gobierno, la represión, y una extendida corrupción.