Yo desconecto. Tenemos un mes por delante que va a ser un horror. He puesto el despertador para el 27 de noviembre. Mientras tanto, a seguir el ejemplo del oso pardo: breve período de hibernación, aunque estemos fuera de época. Pero, ahora que lo pienso, mejor me olvido de esa ocurrencia, que lo de los plantígrados te resta días de vida a lo tonto y resulta aburridísimo. Recurro al plan B; o sea, el de darse a la vida alegre. “Marcha, marcha”, que decía el entrañable y efervescente Julien, rey de los lémures en la película “Madagascar”.
Lo dicho, que desconecto y me abono al carpe diem. De entrada, necesito un relax para ir abriendo boca. Me noto tenso. Hay un sitio en Madrid, donde la gente se relaja lanzando hachas –franciscas o similares- contra una diana puesta a diez metros. Juro que es cierto. No es mal plan, sobre todo si tenemos en cuenta que ese ejercicio nos permite, además de liberar adrenalina por un tubo, aprender el oficio de bárbaro; lo que podría resultar de utilidad el día de mañana en caso de tener que ocupar la vida asaltando monasterios en Northumbria. Ahí lo dejo. Luego, una vez relajado, me gustaría inaugurar mi nuevo estilo de vida embolingándome en cualquier antro con un par de ginebras de garrafón, o dándome a la fiesta y al noctambuleo errático entre locales de moda y tugurios de mala muerte, o escogiendo algo más fino a gusto del tercio lunar de mi espíritu, como cursar visita a cualquier museo o entrar de puntillas en una sala de cine. Por cierto, hablando del séptimo arte, han estrenado película Woody Allen y Martin Scorsese (por ese orden), Ridley Scott está al caer con su “Napoleón” y Coppola (padre) nos promete “Metrópolis” para más adelante. Sólo falta Eastwood para redondear el geriátrico. Un quinteto de ancianos venerables que sigue haciendo cine a pesar de la edad. Eso sí que me pone.
Insisto, antes del 27 de noviembre, vita da spensierato. Y advierto: que nadie venga a importunar mis desahogos con noticias de la crónica parlamentaria. La advertencia va en serio. Háblenme de lo que quieran: arte, moda, urbanismo, alza de precios, cotilleos, geografía polar o austral, etología, marranadas.... Propónganme desafíos, aventuras o locuras, mándenme a paseo si lo prefieren, pero, por favor, el rollo de la política me lo dejan a un lado hasta que se acabe el vodevil de la investidura. No tengo cuerpo para esa jota. Menudo tostón. Cuando finalmente proponente y demás tropa tengan todo firmado y rubricado, que me avisen del resultado enviándome un mapa de cómo queda el país y una brújula para orientarme. Yo, mientras tanto, a buscarme distracciones con las que darme un gustazo.
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