El otro día @pasapollo me invitó en un comentario a hablar sobre la triste historia de los pasantes, gente generalmente joven que en muchos casos hace el mismo trabajo que un abogado normal pero cobrando 600 euros al mes. Aprovechando la situación, voy a hablaros brevemente de lo que somos, cómo funcionamos y por qué moriremos jóvenes.
Ante todo somos muchos. En Murcia capital hay más de 7000 abogados. Eso provoca que resulte tremendamente difícil captar clientes, salvo si eres un tipo con suerte como yo. El 15M fue mi golpe de suerte.
Yo tenía claro que si me metía en un trabajo tan infernal como este (y que encima no me gusta) debía tener un incentivo que me permitiese sobrevivir, y ese incentivo es tocar las narices a gente poderosa y defender a gente explotada. En el 15M murciano conseguí todo lo que necesitaba. Allí me relacione con gente de CGT, la asociación de interinos AIDMUR y otros colectivos para los que he trabajado.
Asi me hice abogado laboralista y unos clientes fueron llamando a otros, por lo que hoy tengo más que suficientes y todos del perfil que me permite defender sus casos sin desear perderlos.
Pero mi historia es excepcional. Hay mucha gente valiosa que por falta de contactos no logra clientela, y son explotados como eternos pasantes en despachos donde redactan demandas, atienden clientes o defienden juicios por un sueldo mensual de menos de 1000 euros. Y encima como falsos autónomos. He llevado los casos de dos compañeras que consiguieron que el juez las declarase trabajadoras de los despachos donde estaban siendo explotadas. Y me alegré especialmente, porque era muy sangrante verlas por los juzgados llevando los casos que sus jefes les ordenaban y cobrando 4 duros por ello.
Tambien están quienes viven de pasar casos cobrándote una comisión del 30 al 50% por ello (es decir, te pasan al cliente, tú haces todo el trabajo y ellos se llevan ese porcentaje por el mero hecho de pasártelo). Un negocio redondo que, dada la necesidad de muchos compañeros, siempre florece.
Y finalmente están los mártires del turno de oficio, que asisten a los ciudadanos que no pueden pagar un abogado y cobran del Ministerio unos 200 euros por juicio (y encima con retrasos de hasta 4 meses). En ese colectivo hay desde gente vocacional que desea ayudar a los más débiles, a compañeros que no llegan a fin de mes y necesitan ese complemento.
El trabajo de abogado es brutalmente estresante. No hay horarios, los clientes te llaman a todas horas (aunque yo he terminado hartándome y no contestando llamadas a partir de las 8 de la tarde) y recae sobre tus hombros la responsabilidad de llevar cosas tan delicadas como la pensión de invalidez de una persona que no puede trabajar pero la seguridad social se la ha denegado, por lo que no tiene ningún sustento y así seguirá hasta el fin de sus días si no consigues hacer ver al juez que se la merece.
También se sufre muchísimo (sobre todo en los comienzos) cuando te invade la idea de que no has alegado todo lo que podías, que no has propuesto una prueba que podría ser interesante o que has cometido algún error, aunque luego se pueda subsanar. En este trabajo el aprendizaje es continuo porque las leyes y la jurisprudencia no paran de cambiar, y eso genera inevitablemente inseguridad.
Es por ello que con cierta asiduidad te enteras de que gente conocida ha tenido ictus, infartos y otras dolencias graves relacionadas con el estrés. Cuando son gente de 60 para arriba no te sorprendes demasiado, pero últimamente he visto casos de gente que ronda la cuarentena.
Para hacer frente a los posibles errores que puedas cometer, siempre es bueno tener un seguro de responsabilidad profesional mejor que el que te ofrece el colegio. En Murcia el del colegio te cubre cien mil euros al año, pero yo he contratado uno de ochocientos mil por si las moscas, aunque en todo el tiempo que llevo ejerciendo nunca he tenido que usarlo.
Los delirios de grandeza y la falta de previsión son letales en esta profesión. Hay gente que se mete en mil gastos (despacho enorme, decoración impresionante...) para dar una imagen de solvencia y termina ahogada en ellos. Mi despacho es una habitación con una mesa, un ordenador, una impresora y una estantería, sin ningún adorno ni abalorio inútil. Es más, no tengo ni tarjeta, ni web ni placa siquiera.
Realmente no necesito más para trabajar. Y me dolería mucho gastarme el dinero que gano con mucho esfuerzo en idioteces. A este respecto, se da la paradoja de que un abogado que no malgasta en marketing desproporcionado y absurdo, o que no es un currante medio de un macrodespacho, puede acabar ganando más que ellos.
En cuanto a nuestra honestidad, hay de todo. Existen ovejas negras que estafan a los clientes, gente que se pasa cobrando honorarios, otros que cometen errores como olvidar poner una demanda en plazo e intentan ocultarlo, o que no le cuentan al cliente que la contraparte ha sido condenada en costas y cobran dos veces (del cliente y de las costas)...yo creo que a ese respecto somos como cualquier profesión, con sinvergüenzas pero una mayoría de gente mediana o incluso altamente decente. En mi caso, y antes de cumplir el sueño de dejármela, espero mantenerme en el grupo de quienes son honestos con el cliente.
Desde mi experiencia, la combinación de honorarios razonables, transparencia y dedicación, es la clave del éxito en esta profesión (al menos si la ves como yo). El que un cliente se vaya contento y hable bien de ti, es infinitamente más beneficioso que todo el marketing de pago del mundo.
Y a la hora de realizar un juicio, el ser claro y conciso resulta esencial. Cuanto más te enrroles, más probabilidades hay de que el juez pierda el hilo, con el desastroso resultado que ello implica. Decirlo todo destacando lo más sangrante y eludiendo lo superfluo es fundamental.
Yo ya llevo 7 años y pico ejerciendo, y sinceramente os digo que no os lo recomiendo. El estrés desgasta muchísimo, las sentencias injustas (que las hay) son muy descorazonadoras y el mundo judicial es profundamente gris. Luego hay momentos de mucha felicidad cuando sientes que has contribuido a hacer justicia, pero difícilmente te compensan. Siempre digo que este trabajo es para gente mucho más fuerte que yo, pero de momento sigo al pie del cañón. Si pensáis que sois lo suficientemente duros como para meteros en esta jungla o simplemente tenéis dudas sobre el mundo de los abogados, estaré encantado de responderos.