He descubierto una ley: cuando quiero informarme de algo que es tabú en la sociedad (violencia de pareja, prostitución, incesto, suicidio, etc.), lo que nunca debo hacer es informarme a través de los medios de comunicación, la política o la percepción social, porque si es tabú, es justamente porque ellos colaboran del mismo.
Desconozco cuando empezó todo, pero de un tiempo a esta parte se ha popularizado una visión única de la violencia en la pareja. Pareciera que todo el mundo tiene las siguientes dos percepciones: 1) la violencia en la pareja es, fundamentalmente, un problema que sufren las mujeres y 2) la causa fundamental de ella es el machismo. Si eres alguien un tanto escéptico que dudas acerca de estas dos "verdades" grabadas en piedra, como mínimo, se te mirará raro. Todo el mundo, de manera inconsciente, piensa: "¡pero si estamos todo el día viendo noticias de mujeres maltratadas o asesinadas!", "¡si es un clamor en la sociedad que esto es una realidad que, además, ha estado silenciada hasta hace poco!". Digamos que, si eres escéptico con esta visión, se te verá como un homólogo a un negacionista del COVID o a un terraplanista (si no es que directamente se te acusa de ser de VOX).
Yo me pregunto: ¿Cómo uno adquiere el conocimiento de un fenómeno social? Pensándolo detenidamente, solamente se me ocurren 3 respuestas: 1) como hemos dicho, a través de los medios de comunicación; 2) a través de la percepción de la sociedad o la experiencia propia; o 3) a través de la investigación científica.
Examinemos los puntos uno por uno:
1) Medios de comunicación: ¿Es una fuente fiable para un tema complejo y tabú? Todos sabemos que los medios de comunicación, muchas veces, desinforman más que informan y suelen tener una línea ideológica marcada (ya sea de derechas o de izquierdas). Por lo tanto, si nuestro fenómeno a estudiar fuese algo que suele utilizar la política, o de lo que la sociedad se ha formado una idea intuitiva, sería muy difícil ver que algún medio se haga eco de alguna visión que no vaya en contra de estas direcciones. En resumen, no parece el mejor modo de estudiar un fenómeno social tabú y complejo.
2) Percepción de la sociedad o experiencia propia: La percepción de la sociedad está muy bien y es muy funcional en muchos casos, pero también hay que reconocer que la percepción social de un fenómeno muchas veces funciona como el juego del "teléfono escacharrado". Un ejemplo clásico son aquellas personas que piensan que la depresión se cura yendo al monte, mirando las cosas con optimismo, no dando tanta importancia a los problemas..., y ya está. O bien, aquellos que piensan que siempre que una persona se suicida se lo suele guardar, nunca lo comunica, nunca habló de ello. O peor todavía, aquellos que piensan que el suicida es un cobarde y un egoísta. Por no hablar, por supuesto, que los seres humanos tenemos sesgos y autoengaños constantes. Por ejemplo, un sesgo que yo creo que todos estaremos en mayor o menor medida de acuerdo, es que la percepción que tenemos, en general, del hecho de ser observadores de un acto de violencia recibido por una mujer, es algo que nos impacta más que si el que lo recibe es un hombre. Un ejemplo de esto son las constantes alusiones cómicas que podemos ver, por ejemplo, en los tebeos, donde un recurso muy utilizado fue el de la mujer con la sartén en la mano esperando al marido, para pegarle en la cabeza con ella cuando llegase a casa; o bien, todos aquellos gags, mil veces repetidos, donde alguien le pega una patada en donde más nos duele a los hombres, al protagonista. Lejos de ver estos actos como crueles, todo lo contrario, nos reímos con ellos. Por lo tanto, pareciese que la opinión de la percepción social no sea lo más fiable del mundo. Por otra parte, lo mismo se aplica a la experiencia propia. ¿Cómo sé yo que, realmente, no me estoy fijando más y dando más importancia a unos hechos que a otros? ¿Cuánto mi experiencia puede ser generalizable al resto de la sociedad? Ni mucho menos, esto parece ser otro modo fiable de estudiar un fenómeno con rigor.
3) Investigación científica: Por tanto, pareciese que si queremos conocer un fenómeno complejo y tabuizado con un mínimo de rigor, deberemos leer a aquellos que lo han estudiado siguiendo unos métodos más fiables que los nuestros; por supuesto, no para establecer sobre ellos una verdad incuestionable (la ciencia no es incuestionable y también cometer errores), sino que, como si tuviésemos un mapa en la mano, pudiéramos guiarnos por él.
Por tanto, creo que de las tres opciones que se han barajado, la más razonable es la que hace referencia a la investigación científica. Bien, entonces, esperando que todos estemos de acuerdo en este punto, la pregunta es sencilla: ¿Qué dice la literatura científica al respecto de la violencia en la pareja? Por lo que he podido indagar durante meses, la literatura científica es bastante esclarecedora en este aspecto. Por ejemplo, podemos empezar por este estudio del 2015 en 6 países europeos, cuya muestra es de 3.496 personas de entre 18-64 años. Como podéis observar si accedéis al link, el resultado que arroja la investigación es que la violencia que ejercen ambos sexos es prácticamente simétrica:
Male victimization of psychological aggression ranged from 48.8 % (Porto) to 71.8 % (Athens) and female victimization from 46.4 % (Budapest) to 70.5 % (Athens). Male and female victimization of sexual coercion ranged from 5.4 and 8.9 %, respectively, in Budapest to 27.1 and 25.3 % in Stuttgart. Male and female victims of physical assault ranged from 9.7 and 8.5 %, respectively, in Porto, to 31.2 and 23.1 % in Athens. Male victims of injury were 2.7 % in O¨stersund and 6.3 % in London and female victims were 1.4 % in O¨stersund and 8.5 % in Stuttgart. IPV differed significantly across cities (p\0.05). Men and women predominantly experienced IPV as both victims and perpetrators with few significant sex-differences within cities. Conclusions: Results support the need to consider men and women as both potential victims and perpetrators when approaching IPV.
No obstante, podríamos pensar que este solamente es un estudio y que puede haber multitud de otros que arrojen resultados diferentes. Para comprobar esto, vamos a la que es la mayor revisión de estudios hecha hasta el momento en materia de violencia doméstica:
Podéis descargar los manuscritos enteros para examinar por vuestra cuenta y sacar por vosotros mismos vuestras propias conclusiones. Yo me ceñiré a citar el apartado que hace referencia al “resumen”. Por cierto, más adelante examinaré una crítica al método que se suele utilizar para medir la violencia en la pareja, el llamado “Escala de tácticas de conflicto”
En lo relativo a la victimización:
· Overall, 22% of individuals assaulted by a partner at least once in their lifetime (23% for females and 19.3% for males)
· Higher overall rates among dating students
· Higher victimization for male than female high school students
· Lifetime rates higher among women than men
· Past year rates somewhat higher among men
· Higher rates of intimate partner violence (IPV) among younger, dating populations “highlights the need for school-based IPV prevention and intervention efforts”
En lo relativo a la perpetración:
· Overall, 25.3% of individuals have perpetrated IPV
· Rates of female-perpetrated violence higher than male-perpetrated (28.3% vs. 21.6%)
· Wide range in perpetration rates: 1.0% to 61.6% for males; 2.4% to 68.9% for women,
· Range of findings due to variety of samples and operational definitions of PV
En lo relativo al abuso emocional y control, aquí sí parece haber una diferencia, y es que, en las muestras nacionales, más mujeres (4,5% frente a 0,2% de hombres) se han visto obligadas a tener relaciones sexuales por parte de una pareja, y más mujeres (de 4,1- 8% frente a 0,5-2% de los hombres) reportan al menos un incidente de acoso durante su vida. Sin embargo, el apartado concluye señalando que dentro de los estudios de acoso y conductas obsesivas, las diferencias de género son mucho menores cuando se consideran todos los tipos de conductas de persecución obsesivas, pero más sesgadas hacia las víctimas femeninas cuando el enfoque está en el acecho físico.
· 80% of individuals have perpetrated emotional abuse
· Emotional abuse categorized as either expressive (in response to a provocation) or coercive (intended to monitor, control and/or threaten)
· Across studies, 40% of women and 32% of men reported expressive abuse; 41% of women and 43% of men reported coercive abuse
· According to national samples, 0.2% of men and 4.5% of women have been forced to have sexual intercourse by a partner
· 4.1% to 8% of women and 0.5% to 2% of men report at least one incident of stalking during their lifetime
· Intimate stalkers comprise somewhere between one-third and one half of all stalkers.
· Within studies of stalking and obsessive behaviors, gender differences are much less when all types of obsessive pursuit behaviors are considered, but more skewed toward female victims when the focus is on physical stalking
En lo relativo a la bidireccionalidad vs unidireccionalidad, podemos observar que cuando la violencia es unidireccional, hay más tendencia a que sea la mujer la agresora que el hombre, a excepción del apartado siguiente Within military and male treatment simples:
· Among large population samples, 57.9% of IPV reported was bi-directional, 42% unidirectional; 13.8% of the unidirectional violence was male to female (MFPV), 28.3% was female to male (FMPV)
· Among school and college samples, percentage of bidirectional violence was 51.9%; 16.2% was MFPV and 31.9% was FMPV
· Among respondents reporting IPV in legal or female-oriented clinical/treatment seeking samples not associated with the military, 72.3% was bi-directional; 13.3% was MFPV, 14.4% was FMPV
· Within military and male treatment samples, only 39% of IPV was bi-directional; 43.4% was MFPV and 17.3% FMPV
· Unweighted rates: bidirectional rates ranged from 49.2% (legal/female treatment) to 69.7% (legal/male treatment)
· Extent of bi-directionality in IPV comparable between heterosexual and LGBT populations
· 50.9% of IPV among Whites bilateral; 49% among Latinos; 61.8% among African-Americans
En lo relativo a la motivación, parece ser que los motivos son similares en ambos sexos (venganza por que la pareja los lastimó emocionalmente, el estrés, los celos, para expresar enfado u otros sentimientos que no se podían expresar con palabras, o para llamar la atención de la pareja).
· Male and female IPV perpetrated from similar motives – primarily to get back at a partner for emotionally hurting them, because of stress or jealousy, to express anger and other feelings that they could not put into words or communicate, and to get their partner’s attention.
· Eight studies directly compared men and women in the power/control motive and subjected their findings to statistical analyses. Three reported no significant gender differences and one had mixed findings. One paper found that women were more motivated to perpetrate violence as a result of power/control than were men, and three found that men were more motivated; however, gender differences were weak
· Of the ten papers containing gender-specific statistical analyses, five indicated that women were significantly more likely to report self-defense as a motive for perpetration than men. Four papers did not find statistically significant gender differences, and one paper reported that men were more likely to report this motive than women. Authors point out that it might be particularly difficult for highly masculine males to admit to perpetrating violence in self-defense, as this admission implies vulnerability.
· Self-defense was endorsed in most samples by only a minority of respondents, male and female. For non-perpetrator samples, the rates of self-defense reported by men ranged from 0% to 21%, and for women the range was 5% to 35%. The highest rates of reported self-defense motives (50% for men, 65.4% for women) came from samples of perpetrators, who may have reasons to overestimate this motive.
· None of the studies reported that anger/retaliation was significantly more of a motive for men than women’s violence; instead, two papers indicated that anger was more likely to be a motive for women’s violence as compared to men.
· Jealousy/partner cheating seems to be a motive to perpetrate violence for both men and women.
En lo relativo a los factores de riesgo, de nuevo, obtenemos resultados similares en ambos sexos: la juventud, bajos ingresos / desempleo, pertenencia a grupos minoritarios…
· Demographic risk factors predictive of IPV: younger age, low income/unemployment, minority group membership
· Low to moderate correlations between childhood-of-origin exposure to abuse and IPV
· Protective factors against dating violence: Positive, involved parenting during adolescence, encouragement of nonviolent behavior; supportive peers
· Negative peer involvement predictive of teen dating violence
· Conduct disorder/anti-social personality risk factors for IPV
· Weak association between depression and IPV, strongest for women
· Weak association overall between alcohol and IPV, but stronger association for drug use
· Alcohol use more strongly associated with female-perpetrated than male-perpetrated IPV
· Married couples at lower risk than dating couples; separated women the most vulnerable
· Low relationship satisfaction and high conflict predictive of IPV, especially high conflict
· With few exception, IPV risk factors the same for men and women
El documento continúa con varias páginas más. Por el momento, dejaré el análisis aquí para no hacerlo demasiado largo, pues creo que lo fundamental ya ha sido explicado; sin embargo, antes de terminar, me gustaría citar la que considero que es la diferencia MÁS IMPORTANTE y en la que están de acuerdo todos los estudios: en los casos en que se perpetra una agresión severa (puñetazos, patadas, uso de un arma) las tasas de lesiones son mucho más altas entre las víctimas femeninas que entre las víctimas masculinas. En otras palabras, como una vez escuché: es como si tuviésemos dos perros de diferentes razas, ambos son igual de agresivos, sin embargo, uno de ellos puede causar más daño que el otro. Por lo tanto, la única diferencia CLARA Y MERIDIANA que encontraremos en todo estudio es que el hombre tiene una mayor capacidad para producir lesiones de gravedad que la mujer.
· Victims of physical abuse experience more physical injuries, poorer physical functioning and health outcomes, higher rates of psychological symptoms and disorders, and poorer cognitive functioning compared to non-victims. These findings were consistent regardless of the nature of the sample, and, with some exceptions were generally greater for female victims compared to male victims.
· Physical abuse significantly decreases female victims’ psychological well-being, increases the probability of suffering from depression, anxiety, post-traumatic stress disorder (PTSD) and substance abuse; and victimized women more likely to report visits to mental health professionals and to take medications including painkillers and tranquilizers.
· Few studies have examined the consequences of physical victimization in men, and the studies that have been conducted have focused primarily on sex differences in injury rates.
· When severe aggression has been perpetrated (e.g., punching, kicking, using a weapon), rates of injury are much higher among female victims than male victims, and those injuries are more likely to be life-threatening and require a visit to an emergency room or hospital. However, when mild-to-moderate aggression is perpetrated (e.g., shoving, pushing, slapping), men and women tend to report similar rates of injury.
· Physically abused women have been found to engage in poorer health behaviors and risky sexual behaviors. They are more likely to miss work, have fewer social and emotional support networks are also less likely to be able to take care of their children and perform household duties.
· Similarly, psychological victimization among women is significantly associated with poorer occupational functioning and social functioning.
· Psychological victimization is strongly associated with symptoms of depression and suicidal ideation, anxiety, self-reported fear and increased perceived stress, insomnia and poor self-esteem
· Psychological victimization is at least as strongly related as physical victimization to depression, PTSD, and alcohol use as is physical victimization, and effects of psychological victimization remain even after accounting for the effects of physical victimization.
· Because research on the psychological consequences of abuse on male victims is very limited and has yielded mixed findings (some studies find comparable effects of psychological abuse across gender, while others do not) it is premature to draw any firm conclusions about this issue.
En realidad, sí que hay una segunda diferencia, pero que forma parte del apartado justicia penal: los hombres tienen más probabilidades que las mujeres de ser condenados y de recibir sentencias más severas por el mismo delito, y es mucho mas probable que se otorguen órdenes de protección para las mujeres que para los hombres.
· Female arrests affected by high SES, presence of weapons and witnesses
· Women more likely than men to be cited rather than be taken into custody, but the gender discrepancy is less when a decision is made on whether to file charges as misdemeanors or felonies
· Men are more likely than women to be convicted and to be given harsher sentences
· “Males were consistently treated more severely at every stage of the prosecution process, particularly regarding the decision to prosecute, even when controlling for other variables (e.g., the presence of physical injuries) and when examined under different conditions.”
· No conclusive evidence of discrimination against ethnic minority groups in either arrest, prosecution and sentencing
· Dual arrests were more likely in same-sex couples compared to heterosexual couples, perhaps due to incorrect assumption by police that same-sex couples more likely to engage in mutual violence.
· Protective orders far more likely to be granted, and with more restrictions to women than to men (particularly in cases involving less severe abuse histories)
· Mock juries more likely to assign blame responsibility to male perpetrators in contrast to female perpetrators, even when presented with identical scenarios
Otro estudio que me gustaría compartir, y que obtiene similares resultados, es el Estudio Dunedin. En este fragmento del Documental de la 2 podéis obtener un visionado rápido, y en este artículo del psiquiatra Pablo Malo, obtener una visión más detallada. El resumen que ofrecen los autores del estudio es el siguiente:
· Un 27% de las mujeres y un 34% de los hombres informaron haber sido maltratados por sus parejas. un 37% de mujeres y un 22% de hombres dijeron haber perpetrado violencia.
· Una de las primeras lecciones del estudio Dunedin es que no hay una clara distinción entre víctimas y perpetradores… fue 10 veces más probable que las mujeres víctimas fueran perpetradoras que otras mujeres y 19 veces más probable que los hombres agresores fueran víctimas
· Tanto para hombres como mujeres perpetradores de violencia de pareja el principal factor de riesgo es historia de conducta delictiva agresiva física antes de los 15 años, el cual también es el principal factor de riesgo para las víctimas.
· Hay una fuerte relación entre violencia contra la pareja y una historia de violencia contra otras víctimas. Más de la mitad de los hombres condenados por delitos violentos también maltrataban físicamente a sus parejas
· 66% de las mujeres que sufrieron abuso grave y 88% de los hombres perpetradores tenían uno o más trastornos mentales
· Los jóvenes adultos implicados en violencia de pareja es más probable que sean padres: las mujeres con hijos era el doble de probable que fueran víctimas y los padres con hijos 3 veces más probable que fueran perpetradores de abuso
· Los hombres perpetradores de violencia severa tenían niveles extremos de abuso de drogas, personalidad antisocial, abandono escolar, desempleo crónico, pobre apoyo social y violencia contra víctimas fuera de la familia
· Entre hombres perpetradores graves de violencia 72% usaban dos o más drogas ilegales, 56% habían dejado la escuela secundaria sin cualificaciones, 51% había asaltado a alguien además de su pareja en el último año y habían estado en paro más de 20 meses tras dejar la escuela.
Por último, me gustaría compartir con vosotros una conferencia en el Parlamento Europeo que trata sobre la violencia contras los hombres (a partir del min.7):
DEBATE
Creo que hasta aquí he podido exponer con claridad las evidencias de que no es adecuado informarse de este tema a través de los medios de comunicación o los políticos, ni tampoco hacer excesivo caso a nuestra percepción social. Sin embargo, eso no quiere decir que estos estudios no estén exentos de críticas. Como dije anteriormente, el método que mayoritariamente se utiliza es el llamado Escala de tácticas de conflicto (CTS), el cual tiene críticas, como se puede observar en el siguiente enlace en el apartado “críticas”. También he recogido una crítica de Carlota Urruela que hacía a este artículo de Pablo Malo (Ojo: me centraré únicamente en las críticas a la Escala de tácticas de conflicto no en el resto del artículo). Corruela dice lo siguiente:
Una característica común de los estudios citados por Pablo es que se basan en auto informes (por ejemplo: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7). Prácticamente todos emplean, en concreto, la Conflict Tactics Scale (CTS) o su versión revisada (CTS-2). Pero una variedad de estudios pone en duda la validez de esa herramienta. Por ejemplo, se observa que la estructura factorial y las propiedades psicométricas varían según el género o la población de validación. Por tanto, se requiere cautela para evitar extrapolar conclusiones cuando se aplica la escala a distintas muestras (Loinaz, Echeburúa, Ortiz-Tallo & Amor, 2012; Chapman & Gillespie, 2018). También se ha señalado que (a) el formato usado para formular las preguntas es demasiado complejo para quien contesta cuando las agresiones ocurren regularmente y (b) las preguntas ignoran el contexto de la agresión y sus consecuencias (Murray, 1987; Jackson, 2007).
Esas limitaciones convierten en problemáticos los estudios que administran esa herramienta para obtener evidencia. Por ejemplo, un estudio (Ackerman, 2017) mostró que, al contestar a la CTS, los varones son más propensos a denunciar las victimizaciones a las que son sometidos por sus parejas femeninas, a la vez que las mujeres son más propensas a denunciar las perpetraciones contra sus parejas masculinas. Otra investigación (Lehrner & Allen, 2014) mostró que, en muestras de mujeres jóvenes no clínicas, la CTS categoriza incorrectamente hasta un 58% de los casos y actos violentos. Por otro lado, como menciona Pablo y expone la OMS, existen distintos tipos de violencia en el seno de la pareja, más allá de la violencia física y psicológica que dominan los estudios. Sería interesante disponer de datos conductuales sobre la violencia sexual y económica perpetrada por mujeres hacia sus parejas hombres.
No quisiera restarles importancia a estos estudios, que contribuyen a iluminar este fenómeno complejo y que forman parte de la necesaria revisión científica de dogmas. Pero, desde mi punto de vista, el Feminismo no niega la capacidad violenta de las mujeres. Siendo cierto que estos estudios contribuyen al análisis de la violencia contra la pareja, son abiertamente insuficientes para contradecir otros datos, recogidos durante décadas por distintas autoridades nacionales e internacionales, que se exponen en el siguiente apartado.
Por otra parte, la pregunta de quién comete más violencia, enfocada en la peligrosidad del agresor (o agresora), resulta limitada. Si se hace un análisis global de este fenómeno, entonces se debe valorar también la vulnerabilidad de la víctima y el contexto específico de lo que se denomina valoración del riesgo (Andrés-Pueyo y Echeburúa, 2010). Por ejemplo, si una mujer depende económicamente de su pareja porque es ama de casa:
¿Qué posibilidades tiene de salir de una relación que supone una amenaza para su integridad física?
¿Qué ocurre si la víctima es una mujer mayor de 55 años que, además, puede esperar una brecha salarial en España de casi un 23%?
¿Cuál es el contexto y cuáles son las consecuencias?
Debido a las desigualdades estructurales ya mencionadas, en promedio las mujeres cuentan con menos factores de protección, lo que dificulta escapar de esa situación y evitar que el problema deje de repetirse.
También quisiera recordar que el Código Penal español recoge el delito de lesiones (Título III, Artículo 147), el cual establece que cualquier persona que cause lesión que menoscabe la integridad corporal o su salud física o mental de otro, será castigado. Es decir, cualquier persona que agreda a otra, puede ser investigada y juzgada por ello, independientemente de si son mujeres u hombres y de sus víctimas. Es precisamente el contexto el factor que hace necesario un paraguas legislativo para acotar ciertos tipos de violencia con mayor incidencia o impacto social, de modo que se puedan gestionar mejor los recursos y elaborar planes coordinados de prevención, protección y asistencia a las víctimas. Merece la pena mencionar que esto no ocurre únicamente en el caso de la violencia de género, sino también en el de otros fenómenos criminales como el terrorismo o los delitos de odio.
Las contracríticas que he podido recapitular hacia Corruela son las siguientes: Jose M. (@jmgs_es) me dice lo siguiente:
Para empezar, los principales sesgos que puede haber en los autorreportes son dos:
1) En los países occidentales, donde la violencia hacia la mujer está muy mal vista y hacia el hombre no, los hombres tiendan a reconocer menos violencia y las mujeres más.
2) En los países occidentales, en donde a las mujeres se les machaca con que todo es violencia hacia ellas y a los hombres no, las mujeres tiendan a sobredimensionar la violencia hacia ellas y los hombres a infravalorar la que es hacia ellos.
El resto de sesgos que ella dice que existe en esa medida (y que justifica citando dos artículos), o aplican a los dos sexos y no hay razón para indicar que el sesgo perjudique a la victimización de la mujer y favorezca la victimización del hombre, o perjudica la victimización del hombre, es decir, como este:
"There is evidence to suggest that less severe acts may be more easily forgotten, and that more frequently perpetrated offences are more likely to be underreported (Junger-Tas & Marshall, 1999);" Según infinidad de estudios las mujeres reportan ser más perpetradoras de violencia leve y los hombres más víctimas de este tipo de violencia. Si es justo esta violencia la que se reporta menos porque "se olvida", el sesgo iría en contra de la victimización del hombre no de la mujer.
Pero si volvemos a los puntos 1 y 2 de los sesgos, vemos que ambos se podrían complementar, es decir, que la violencia que declaran ellos que ejercen, aparecería como que ellas son las victimarias y viceversa, y aunque sí se ha visto cierto desfase entre ambos datos, justo por eso que se pregunta sobre el grado de perpetración y de victimización, para poder comparar, y aunque hay cierta diferencia, esta no es tan grande como para descartar esta medida.
Aparte de que, como aseguran los estudios que ella misma cita, se ha visto los mismos resultados en multitud de países con multitud de culturas distintas, incluso aquellas en las que pegar a las mujeres esté socialmente aceptado y no se aplica el sesgo 1, en culturas donde no se machaque a las mujeres con los oprimidas que están y que todo, hasta una mirada lasciva, es violencia. Los resultados son consistentes en todos.
Aparte de que para hablar sobre el sesgo que hay en cómo se mide la violencia de pareja íntima utilice unos artículos cuyos datos de base están totalmente sesgados como este, pues parte de población carcelaria:
researchgate.net/publication/22…
Se sabe que en la población carcelaria, las mujeres son condenadas en mucha menos proporción y en condenas mucho más cortas que los hombres por el mismo delito, y una vez ajustado por historial delictivo esta diferencia es muchísimo mayor que la diferencia entre blancos y negros. Por lo tanto, no puedes utilizar en un estudio científico una muestra que parte de un sesgo tan importante y relevante, y menos sin compensar de alguna forma. Directamente no es representativo de lo que ocurre en el resto del mundo.
Por otra parte, aparte de este sesgo, los autores del artículo que ella cita y que muestra como prueba de la invalidez de esta medida, toman como verdad absoluta que todo detenido por violencia doméstica es, realmente, culpable, ignorando los posibles errores judiciales. Como este es un delito que ocurre en la intimidad sin más pruebas, normalmente se toma como prueba de cargo la declaración de la mujer. Y visto el sesgo que hay en contra del hombre en el sistema judicial no es de extrañar que al hombre se le condene solo con la palabra de la mujer pero a la mujer no se le condene tan frecuentemente solo con la palabra del hombre. Este sistema tiene un inconveniente principal: que si la mujer sabe mentir durante el juicio y su declaración es persistente y no se contradiga, habrá mayor proporción de hombres inocentes condenados que mujeres, puesto que para condenarlas necesitarán:
i) tener más pruebas en su contra;
ii) que el delito sea más grave y evidente.
Por lo tanto, si te basas en que la condena es prueba irrefutable y vas haciendo estas encuestas a los hombres y te da mayor discrepancia en el porcentaje de perpetradores, la única hipótesis plausible no tiene por qué ser que el sistema de medida sea incorrecto, sino que lo más plausible es que exista un sesgo en el sistema judicial que, en mayor medida, se condene a hombres inocentes que a mujeres inocentes, visto lo visto la evidencia que hay.
Por otro lado, el psiquiatra Pablo Malo declara lo siguiente:
La crítica a la CTS es muy antigua y creo que desfasada. Básicamente era que al CTS le falta contexto, no habla de razones, etc. Pero esto es como decir que un termómetro no te dice la razón de la fiebre. No es su función. Su función es decirte si hay fiebre o no. Si miráis el CTS, básicamente pregunta si le has dado un sopapo a tu pareja o si le has tirado un plato. Es decir, mide si hay violencia de pareja, una herramienta básica de medida si quieres estudiar esta violencia. De todos modos, Murray mejoró algunos de estos aspectos (gravedad, coerción…) en la CTS-2, que se usa muchísimo y se convirtió casi en un standard. Centenares de estudios han usado otras escalas y los resultados son los mismos y nadie ha propuesto una alternativa mejor.
Resumiendo, es una crítica con cierto sentido cuando surgió, pero muy floja a estas alturas, en mi opinión.
En resumen, aunque la Escala de tácticas de conflicto (CTS) pueda tener ciertas limitaciones es la herramienta más utilizada y la más fiable que se conoce para medir la violencia en la pareja.
FACTORES DE RIESGO
A pesar de que la percepción social, los medios y la política, de nuevo, nos dicen que la motivación fundamental de la violencia en la pareja es el machismo, la literatura científica vuelve a entrar en contradicción con esta creencia. Para explicar esta parte utilizaré un fragmento de un artículo del ya citado psiquiatra, Pablo Malo:
La literatura especializada no habla de causas, habla generalmente de factores de riesgo, es decir, factores que correlacionan o se asocian a la violencia de pareja. Por ejemplo, Schumacher y cols.(2001) revisa estudios de violencia de pareja perpetrada sólo por hombres y encuentra factores de riesgo moderados a fuertes (r mayor o igual a 0,30) como bajo nivel socioeconómico, bajo nivel educativo, experiencia de maltrato en la infancia, ira/hostilidad, depresión y abuso de alcohol y otras drogas. Stith y cols.(2004) encuentran factores moderados a fuertes asociados a perpetración por hombres (r igual o mayor a 0,20) como historia de perpetración de abuso físico (r=0,24), insatisfacción matrimonial (r=0,30), abuso de alcohol(r=0,24), abuso de drogas (r=0,31), actitudes que aprueban la violencia (r=0,30), ideología tradicional con respecto a los roles de sexo (r=0,30), ira/hostilidad (r=0,26) y depresión (r=0,23). Se encontró un tamaño de efecto grande (r=0,41) para que la mujer sufriera victimización cuando ella era violenta contra su pareja (no analizan las razones de esta violencia), hallazgo encontrado en muchos otros estudios.
También existen estudios prospectivos en los que hay un seguimiento a largo plazo y en este caso se habla de factores predictores de la violencia de pareja porque identificamos en la infancia o adolescencia factores que luego se van a asociar a violencia de pareja en la edad adulta. Diversos estudios revisados por Costa y cols (2015) encuentran predictores como experiencias de maltrato infantil (individuos que sufrieron maltrato o negligencia antes de los 12 años tuvieron mayor probabilidad de perpetrar violencia física veinte años después), presenciar violencia parental, asociarse a amigos agresivos en la adolescencia, consumo de alcohol y drogas en la adolecencia, conducta antisocial temprana, en la infancia o adolescencia (según algunos estudios, este sería el factor de riesgo más importante, y mucho peor cuando, por emparejamiento selectivo, los dos miembros de la pareja tienen rasgos antisociales).
En muchos de estos estudios prospectivos, como el Dunedin, se ha estudiado la violencia de pareja perpetrada tanto por hombres como por mujeres y se encuentran muy pocas diferencias en los factores predictores entre hombres y mujeres, tanto para perpetración como victimización. En esta misma revisión de Costa se puede ver que existe una alta correlación entre perpetración y victimización de violencia de pareja (p.ej, Ferguson y cols: r=0,81), es decir, que ambos miembros de la pareja son perpetradores y víctimas.
De todos modos, conviene destacar una cosa. Que un factor ocurra antes (por ejemplo, consumo de drogas en la adolescencia) y sea capaz de predecir una violencia de pareja que ocurrirá años después, no quiere decir que ese factor sea la “causa” o una de las “causas”. Podría haber detrás un factor que explicara tanto el consumo de drogas como la violencia personal posterior. Por ejemplo y sólo como hipótesis, ese factor podría ser una personalidad psicopática. Pero sí es importante identificar estos factores porque nos permiten intervenir de forma preventiva. Si tratamos ese consumo de drogas de forma temprana podemos disminuir las probabilidades de conducta agresiva posterior.
CONCLUSIÓN FINAL
Como hemos podido comprobar, los estudios derivados de la investigación científica poco tienen de parecido con las creencias que pululan en nuestra sociedad. Ni es cierto que las mujeres sufran más violencia en la pareja que los hombres (en el sentido de probabilidad de ejercerla, no de gravedad en las consecuencias), ni tampoco es cierto que la causa principal de esa violencia sea el machismo. Por tanto, a estas alturas del artículo cabe preguntarse lo siguiente:
1) Si la evidencia es tan clara, ¿por qué la sociedad está tan sumamente concienciada con la violencia hacia la mujer y no con la violencia hacia el hombre?
2) ¿Por qué, si la violencia es simétrica, la gran mayoría de las denuncias por maltrato son puestas por mujeres?
Os dejaré a vosotros responder a estas preguntas. Si has llegado hasta aquí leyendo me encantaría leer tu crítica si no estás de acuerdo con algo de lo que he expuesto.
Gracias.