"Si en algo fue la primera esta guerra no fue precisamente en su carácter mundial, sino en que por primera vez, fueron sus combatientes los primeros, y tal vez los únicos, en entender el sinsentido de este infierno"
Albert Camus
Jamás entendí cómo un director de la talla y sensibilidad de Sam Mendes pudo desperdiciar la oportunidad de su vida y convertir una película sobre la Primera Guerra Mundial en una especie de videojuego filmado.
En lo estético, 1917 es un producto espectacular, pero parece que, precisamente, aquí lo único que importa es mostrar la crudeza de la guerra, sin dirección, ni sentido. No se invita al espectador a pensar o a dudar, sino a contemplar.
La Primera Guerra Mundial fue la guerra más estúpida de la historia de la humanidad. Hay estudios cruzados por historiadores alemanes, ingleses y franceses que revelan que la inmensa mayor parte de los soldados no tenían ni la más mínima idea de por qué estaban luchando. 3 millones de soldados murieron en las trincheras, trincheras que no sirvieron de nada y que durante 4 años, apenas consiguieron avanzar sus posiciones. A eso hay que sumar el uso de gases tóxicos, de enfermedades infecciosas por el hacinamiento y de una dudosísima ética militar que provocó decenas de miles de minicampañas sin justificación, ni propósito lógico alguno. Además, la medicina de urgencias aún estaba en pañales y eso provocó que la vida de millones de heridos quedara lastrada para siempre con mutilaciones, malformaciones faciales o enfermedades respiratorias graves crónicas.
Había material para hacer una gran película desde lo ético y lo moral y Sam Mendes decidió hacer una film carísimo de aventuras.
En cambio, "Sin novedad en el frente" es uno de los mejores remakes que he visto jamás y aunque alejado del inalcanzable nivel de los hitos como Senderos de Gloria o La chaqueta metálica (Kubrick tendría mucho que enseñar a Mendes), es una película inteligente, durísima y que crea una atmósfera estética tan bella como dolorosa que deja un poso difícilmente olvidable, consiguiendo, con un presupuesto menor, cotas de una belleza extraordinaria con la que 1917 no puede ni soñar y atrapando, de forma directa y sin trampas de guion ni ridículos homenajes al concepto del honor en un conflicto sin honra alguna (ya te vale Sam Mendes), la esencia del absurdo de la Gran Guerra.
Hay además en la película del alemán Edward Berger una clara propuesta a la reflexión que va mucho más allá de ese lógico y manido sinsentido de la guerra. El momento cumbre, en mi opinión, no está en las espectaculares escenas de desolación y muerte, sino en ciertas conversaciones. Cuando un soldado pierde a casi todos sus amigos y el único colega que le queda le dice torpe pero firmemente: "Sabes que no debes pensar así. Al menos tú estás vivo" y el le responde: "No me digas eso, tú no". No me vendas la lógica de la guerra, ya sabemos que todo esto ha sido un cuento cruel y absurdo. Camus dijo que lo más terrible de la Primera Guerra Mundial es que los únicos que entendieron realmente el sinsentido de la contienda fueron aquellos que tuvieron que luchar en ella, en ese teatrillo de sangre, barro, horror y muerte. Hay mucho de esa reflexión en esta película extraordinaria.
Berger consigue plasmar a la perfección ese inmenso teatrillo que costó la vida de 17 millones de personas y que puso las bases de la Segunda Guerra Mundial.
Hoy, 100 años después, no hemos aprendido nada.