La paradoja a la que se enfrenta Rusia en esta guerra nos incumbe a todos y abre un horizonte funesto. Rusia ya ha perdido la guerra por la simple razón de que lo máximo que puede conseguir con ella es menor que lo que ya ha perdido, tanto por coste militar como por las sanciones y vetos internacionales, que previsiblemente no acabarán con un acuerdo de alto el fuego. Esto puede llevar a Rusia a una huida hacia delante a nivel estratégico y social tras un cierre en falso de la guerra de Ucrania.
Rusia ya no tiene nada que perder a nivel internacional. Es un paria y no va a poder comerciar más que con los que ya eran en cierto modo sus aliados. Pensemos por un momento en el Tratado de Versalles y Alemania. ¿Qué podía perder? La oligarquía alemana había perdido su poder internacional y casi se había visto desbancada por la revolución social en el interior del país. Alimentó un sentimiento generalizado de revancha y se atrincheró, acumulando el capital dentro de sus fronteras en lugar de exportarlo en forma de fortunas a lo largo y ancho del mundo. ¿Qué hará Rusia? Podemos esperar algo parecido. El capital obtenido dejará de transformarse en fortunas y lujos oligárquicos más allá de las fronteras y se acabará reinvirtiendo en la industria armamentística rusa. La diferencia es que Rusia no necesita lebensraum para aprovisionarse de recursos materiales con los que realimentar esta acumulación de capital. Tiene petróleo, gas y casi todas las materias primas necesarias, además de alimentos. Ella misma tiene todo el espacio vital y los recursos necesarios para capitalizarse como un hegemón a escala planetaria.
Durante la Guerra Fría Rusia no consiguió sobreponerse a EEUU por causas muy diversas, entre las que se encuentra la reconstrucción y la fatiga social tras la Segunda Guerra Mundial, los acuerdos subsecuentes, la disuasión nuclear mutua y la dolarización de medio mundo, lo que supuso una enorme ventaja para EEUU. Sin embargo, lo que nos depara el futuro puede ser distinto y más bien parecido al surgimiento de la Alemania nazi. Con capitalismo de estado y burguesización de las clases medias, resentimiento ultranacionalista y protofascista, armas nucleares y, lo que es peor: voluntad para usarlas.