No, corazón: tus sentimientos no son una de las fuentes del Derecho. Vale la ley escrita, la jurisprudencia y hasta la costumbre, pero no tus sentimientos.
Es igual si te sientes Chino o no, como habitante de Taiwan. Es igual si te sientes español o no, habitante de Rois (leído por un alemán). Tus sentimientos no delimitan fronteras, no generan derecho, ni pautan realidades. Tus sentimientos los envuelves en un pañuelo de papel y los unes al resto de pañuelitos después de haber visto una serie o de cascarte una paja. Y no jodas más.
Si te sientes perro, gato o señorita con tacones, es tu único y puñetero problema. Por supuesto, te apoyo en que nadie puede perseguirte o castigarte por lo que sientes. Pero tampoco tú puedes exigir a nadie que te siga la corriente, o que te dé la razón. Si eres gato, me parece bien, pero no es mi obligación llevarte al veterinario ni acariciarte el lomo. Ni siquiera te voy a capar de buena gana. Tus sentimientos son tuyos, y los vacunas tú, los depilas tú, les cortas tú las uñas y le quitas tú el tampón.
Porque por mucho que yo me sienta viejo, cada día más, no voy a conseguir que me paguen a los cincuenta y tantos la pensión. Porque mis sentimientos, mira por donde, tampoco le importan a nadie. Porque si yo estoy triste hoy por la muerte de un amigo, y es el caso, es mi problema, mi tragedia y mi derrota, y nadie tiene la obligación de empatizar con mis cuentas pendientes.
Si alguno lo hace, que sea por cariño, o por afecto, y con cariño y con afecto se le agradece. Pero por obligación, no. Dios te libre de los que te quieren y te comprenden por obligación...