¿Un pájaro, un avión, un obrerista, un fascista disfrazado? Con esta etiqueta, rojipardo se está atizando contundentemente para marcar como peligrosas a personas y grupos que se autocalifican de izquierdas, y que plantean un conjunto de reflexiones que no están dentro de los parámetros ideologicos habituales. Y así descalificar, a sus ideas y a las personas, en bloque.
Parece satisfacer la compulsión de censurar debates en la izquierda que parece que son incómodos. Rojipardo es una mordaza que ahorra abordar contradicciones y disciplina las filas.
Ante todo, lo que se califica como rojipardismo no es un conjunto de ideas homogeneo o único, sino un ramillete de posiciones realmente hetereogeneas.
Por ejemplo:
Si ser rojipardo implica que se defiende o se justifica el ataque de Putin a Ucrania yo definitivamente no soy rojipardo.
Si se cuestiona la defensa y protección del colectivo LGTBI tampoco.
En cambio si se duda sobre la adecuación de la autodeterminación de sexo para menores sin ningun tipo de apoyo profesional y/o psicológico sí lo soy.
Y el acabose: Si se aboga por un mayor control de la inmigración económica, si se cuestionan ciertos mantras de la izquierda sobre la inmigración económica como la de que solo ocupan los puestos que los españoles no quieren cubrir, entonces mi rojipardismo es claro e indiscutible.
Si se cuestionan politicas comunicativas sobre sexo y masculinidad como las que se perpetraron por la anterior ministra de Igualdad soy rojipardo por delante y por detrás.
En fin, lo que me parece bastante lamentable es que se usen palabras como rocas amontonadas para acallar a quien no asume al cien por cien las respuestas que a los problemas de las sociedades europeas dan ciertas élites culturales de la izquierda con capacidad para imponer su discurso en sus pequeños nichos.
Y disciplinar asi a los disidentes.