“En los días que corren la gente sabe el precio de todo y el valor de nada” (Oscar Wilde)
Un conocido, con el que tengo frecuente contacto, trabaja como celador en uno de esos hospitales madrileños privados que tanto se estilan por aquí. Ustedes ya saben: junto con los enfermeros son las personas que mayor contacto directo tienen con los pacientes: levantarles y recostarles en las camas, trasladarles de una planta o sección a otra, ayudar a los baños de los enfermos, trasladar material contagiado, etc... son algunas de sus funciones. Sin duda uno de los grupos de alto riesgo del "personal sanitario" en este asunto del Coronavirus que hoy padecemos. Mi amigo, en concreto, está en contacto diario con enfermos por este virus.
El caso es que hace un rato charlaba con esta persona sobre esa frase que tanto hemos escuchado en los últimos días en referencia al personal sanitario, esa que dice algo así como "estamos orgullosos de vosotros, sois nuestra primera línea de contención", que tan bien luce ahora en las bocas de políticos, tertulianos y otras bestias de la selva (creo recordar que incluso nuestro presidente hoy en su comparecencia algo ha dicho muy parecido). El caso es que este amigo mío me comentaba, a modo irónico, que bien esta que algunos se hayan acordado más tarde que nunca de la importancia de esas personas que se encuentran siempre en esa primera línea, pero que después de que pase todo esto le gustaría una compensación económica por el riesgo asumido (esto último no lo decía irónicamente, no), y por el que puedan asumir en el futuro por situaciones como estas. Les aseguro que el sueldo que cobran los celadores en hospitales privados es bastante escaso atendiendo al que me dice que cobra.
Pensaba yo, mientras mi amigo se sinceraba, en la respuesta que alguno solía ya hace bastante tiempo dar a esos creyentes de la "ley" (disculpen que esboce una sonrisa) de la oferta y la demanda y a esos devotos del valor estipulado por la "acción natural" (disculpen de nuevo la mueca) del mercado: que de vez en cuando parece necesario una huelga para comprobar si realmente el valor que aporta el trabajo de una persona corresponde con el valor que dicta ese juzgado que dicen algunos es el mercado.
Ya, ya, ya... sé que en sus cabezas estará rondando el adjetivo de "imprudente" hacia mi persona (por no escribir algo más explícito), pero no me crean de esos que les gustaría ver arder el mundo: en situaciones como la que ahora vivimos sin duda deben ser aparcadas exigencias de este tipo, la urgencia de solución esta por encima de cualquier otra cosa.
Sin embargo no está de más denunciar, incluso tal vez por una inocente esperanza de poder afrontar de cara al futuro de mejor manera estos asuntos, los peligros que entraña basar el valor solo en la acción del mercado: este suele atender solo a la situación puntual del presente, siendo incapaz en la mayoría de ocasiones de incorporar a su determinación "valor de reserva". Ese mercado suele responder solo a la expectativa cortoplacista, asumiendo una a veces imprudente gestión de los posibles riesgos: no entiende del valor en potencia que algo pudiera llegar a ofrecer en excepcionalidades (que en realidad en muchas ocasiones no son tan excepcionales). Y así llegamos a lo evidente cuando la situación se tensa: que nuestra "primera línea de contención", eso que ahora es tan importante, eso que ahora tiene tanto valor, se encuentra mal pagada.
Pero bueno, que le vamos a decir a aquellos que ponen su fe en la dinámica de un libre mercado como "el distribuidor más eficiente de valor". Imagino que para ellos esa, ahora sí tan aclamada, "primera línea de contención" debe estar bien y en su justa medida pagada, imagino que para ellos el trabajo de estos no debe tener tanto valor si al fin y al cabo no se paga mejor. Pero juguemos: me pregunto, ya que tanto confían en el mercado como la correcta vara de medir, si estarían dispuestos a comprobar el valor real de esa tarea aceptando el reto ahora de una huelga: ¿lo estáis, o clamaríais en tal caso para "obligar" al personal sanitario a mantenerse en sus puestos de trabajo?; o mejor, olvidémonos de una huelga, ya que tanto algunos abogan por la negociación directa con la empresa: ¿estarías dispuestos a que los celadores, enfermeros y demás se encerrasen mañana en los despachos de sus jefes a "negociar" el precio de su trabajo? respirar antes de contestar, ser ahora sinceros en vuestras respuestas...
Sí, espero que en los comentarios más de uno me tilde de "oportunista" por sacar tal asunto en este momento, incluso que me acuse de proponer a todos una fantasía de chantaje. Y tal vez no les falte razón, pero me tendrán antes que permitir decirle que es ahora, cuando queda patente ante situaciones de urgencia la inutilidad del mercado como único método de asignación de valor para ciertos puntos delicados y esenciales, cuando debemos mostrarles su error.
Me pregunto, por último, acaso si existirá alguno de entre aquellos que aseguran que solo el correcto valor es el resultante del mercado que, ante la dolencia de alguna enfermedad, habrá sentido esa sincera y terrorífica sensación de agradecimiento que brota y quema desde lo más profundo de nosotros al tener que confiar la vida al cuidado de otros, si habrán sentido esa mano que les ayuda cuando uno no es capaz ni de toser, aún desde la más fría indiferencia de un celador o un enfermero en un hospital. Evidentemente la respuesta a esta pregunta es sí, muchos de estos lo conocerán: sin embargo seguirán negando que el valor de ese trabajo se encuentre aquí, eso no es nada a valorar para ellos, el valor es otra cosa, ¡el valor es lo que el mercado dicta!. Ni siquiera una crisis como esta era necesaria para ver tal confusión...
Mañana este celador, como otros miles de sanitarios y demás, acudirá a su puesto de trabajo. Si lo piensan, no harán algo muy diferente a lo que hacían tres semanas atrás, cuando no se hablaba de este asunto todos los días: cuidar del enfermo. Desde luego tienen razón en eso de que el valor es subjetivo, para algunos ayer no se merecían sueldos decentes, hoy son algo así como héroes. Pero decir esto es una cosa, y otra diferente es confiar en esta subjetividad tan caprichosa como la correcta determinación de precios. Pareciera que"en los días que corren la gente sabe el precio de todo y el valor de nada" como bien advirtió Oscar Wilde, ¿alguien puede seguir confiando ante esto en el mercado como ese recto juez?