¿Podemos sentirnos orgullosos de la Segunda República? Mirando la 3ª década del s. XX desde el XXI

Hasta que a algún político indocumentado le dio por hablar de Don Pelayo en sus mítines y hacerse fotos con cascos del siglo XVI atribuyéndolos a las tropas españolas que expulsaron a los reyes árabes de la Península, solía criticarse bastante la reivindicación de épocas pasadas, acusándose de trasnochados a quienes lo hacían. Siempre es peliagudo mostrar orgullo por lo acaecido en siglos anteriores, sobre todo cuando en esas épocas podían pasar cosas que, desde el nivel de desarrollo actual en cuanto a derechos humanos, resultasen inaceptables o directamente monstruosas (como la sociedad estamental de la Edad Media, la tiranía de reyes y señores feudales, el oscurantismo atroz, el analfabetismo generalizado y la brutal opresión a siervos y vasallos).

¿Cuándo podemos sentir justificadamente orgullo por un acontecimiento histórico? Desde mi punto de vista, cuando éste supuso un avance para el respeto a la libertad y la dignidad de los españoles, colocando a nuestro país en un nivel de desarrollo mejor que el precedente y (esto ya es rizar el rizo) mejor que el de los países que nos rodeaban. Por eso estoy orgulloso de la Segunda República, pues mientras las democracias italiana y alemana se hundían víctimas del fascismo y el nazismo, en España se producía un despertar que nos liberaba de pesadísimas cadenas que llevaban atenazándonos desde hacía siglos. Me permito resaltaros alguna:

-Auténtico pluralismo político. en el parlamento republicano tenía su sitio hasta la ultraderecha (Comunión tradicionalista y Falange). Fue el primer parlamento de nuestra Historia donde se superó el teatro del bipartidismo canovista y, en lugar de representarse farsas protagonizadas por idénticos perros de diferentes collares, se dio voz a todas las alternativas ideológicas que contaban con un mínimo apoyo popular, para que pudieran defender los proyectos de transformación social en que creían.

-Lucha decidida contra el analfabetismo y apuesta por la educación. Sólo en el primer bienio republicano se construyeron diez mil escuelas, más que en todo el reinado de Alfonso XIII. Del mismo modo, la cifra de escolarización de niños de edades comprendidas entre los 5 y los 14 años pasó del 55,8% en 1930 al 69% en 1935. Mientras tanto, en Italia y Alemania todos los profesores que no comulgaran con el fascismo eran purgados.

-Legalización de los sindicatos que tocaban las narices a la patronal. Todos los sindicatos que debieron luchar desde la clandestinidad durante el reinado de Alfonso XIII, fueron legalizados y así obtuvieron el peso que los trabajadores decidieron darles en las sucesivas elecciones sindicales (un peso singularmente grande en el caso de la perseguida CNT). Mientras, en Italia y Alemania los sindicatos eran ilegalizados para hacer cumplir el modelo de sindicato único dependiente del partido único que promovía el fascismo.

-Protagonismo político de la mujer. Mientras en Alemania e Italia las mujeres eran sojuzgadas y los gobernantes fascistas les imponían el rol de siervas de sus esposos, en España había líderes políticas de la talla de Federica Montseny, y todas las mujeres obtuvieron el derecho a votar, algo inédito en España y también en otros países europeos con elevado desarrollo.

-Superación del pensamiento único católico y reflejo legislativo de esta nueva realidad. Los derechos a divorciarse, a casarse por lo civil, a abortar en los casos regulados por la ley o a ofrecer una enseñanza laica a los niños cuyos padres la deseasen, eran impensables en la anterior España, donde la Iglesia tenía un papel esencial en la política del Estado e imponía su credo por la fuerza, negando derechos tan elementales como el de abandonar un matrimonio. Estas conquistas implicaron todo lo contrario de lo que representaba el yugo eclesiástico que, tras la firma del concordato Vaticano-Mussolini, se impuso en Italia.

-Lucha contra la miseria y por el reparto de la riqueza, que se plasmó en la Constitución y se intentó convertir en realidad. Ésta es, desde mi punto de vista, la auténtica causa de la Guerra Civil. La Constitución republicana consagraba un abanico de derechos sociales que podéis ver en sus artículos 43 y siguientes www.cepc.gob.es/docs/default-source/constituciones-espa/1931_2.pdf?sfv Y para convertirlos en realidad se aumentaron los impuestos a las omnipotentes clases altas y se tomaron medidas tan decididas como la reforma agraria, destinada a superar la explotación semimedieval que existía en el campo español a través de inspecciones gubernamentales para asegurar el respeto de los derechos de los jornaleros, la imposición de salarios mínimos o la expropiación de una parte (aunque pequeña) de los enormes latifundios de los terratenientes para repartirlas a los campesinos.

-Elección democrática del Jefe del Estado. Sé que es simbólico, pero me parece infinitamente más democrático y respetuoso con la dignidad de los ciudadanos que tragar a un sujeto en la jefatura del Estado sólo porque es hijo de otro.

Por eso estoy orgulloso de la Segunda República. Pese a los concretos abusos y desmanes que puntualmente pudieran producirse. Pese a las situaciones concretas de violencia que pudieran derivarse de la tensión entre una clase dominante que había reducido al pueblo a la condición de mula de carga famélica y unas clases populares que querían comer, calentarse, aprender y vivir con dignidad. Pese a todo ello hubo un cambio de régimen que rompió los ídolos más sagrados de la España negra y mohosa en que habíamos vivido hasta entonces, mientras en el resto de Europa, paradójicamente, surgía la ola de involución más atroz que hemos conocido. Hubo un cambio de régimen que ofreció cotas de libertad y democracia impensables con los regímenes anteriores que había sufrido nuestro país. Unas cotas que Franco se encargó de destruir encarcelando a cualquier disidente y convirtiendo a la Iglesia en tirana de las conciencias de todos los españoles.

Por eso reivindico la Segunda República del mismo modo en que abomino del franquismo. Porque mientras el franquismo nos convirtió en la última dictadura de una Europa llena de democracias, la Segunda República nos convirtió en una democracia más perfecta que ninguna otra conocida previamente dentro de España, y ello en un contexto donde las democracias se desmoronaban en los países vecinos. Ésa es la esencia del orgullo sobre un acontecimiento histórico: que tu país avance (y un país sólo avanza cuando sus ciudadanos progresan) más lejos que nunca en un contexto donde el resto de naciones vecinas retrocedían. De ahí mi admiración por aquel hito histórico. La reivindicación de la Edad Media se la dejo a charlatanes y fanáticos que quieren acercarnos a ella todo lo que les dejen.