Reconozco que en mi trabajo miento asiduamente (o tal vez no, y esto sea sólo un recurso literario para exponer mi argumento). Muchas de las veces que defiendo a un trabajador frente a una empresa, miento al empresario inventándome pruebas que no existen, haciéndole creer que ha sido grabado reconociendo tal o cual fraude o que el trabajador ha conseguido fotocopiar documentos clave para ganar el juicio que obran en poder de la empresa. A veces tengo esas pruebas, pero otras no, y resulta esencial para alcanzar un buen acuerdo que la otra parte se piense que las poseo. Así que pongo cara de poker, finjo tranquilidad absoluta y le digo cosas del tipo "con la grabación de la conversación del 3 de abril te tenemos totalmente pillado. El juez nos va a dar los 20.000 que pedimos, pero para evitar el rollo de los recursos al tsj y la espera para cobrar, el trabajador acepta que le pagues ahora 18.000, pero ni un céntimo menos". Bastantes veces funciona (o, como digo, puede que todo esto sea falso, siempre tenga las pruebas que afirmo tener y nunca mienta a los empresarios a quienes demando).
Lo que nunca haría es mentir a un cliente. Primero porque le he dado mi palabra de defenderle lealmente. Segundo porque confía en mí. Y tercero porque el código deontológico de la abogacía lo prohíbe taxativamente (ver artículo 13 www.abogacia.es/wp-content/uploads/2012/06/codigo_deontologico1.pdf ). Pues bien, los políticos comparten con los abogados su condición de representantes. Al abogado le contratas para que te represente en un pleito concreto, pero al político le encomiendas una representación global cuyo objeto es la soberanía de la que eres cotitular con el resto de ciudadanos. Algo mucho más serio que un pleito de 100000 euros. Pese a ello, los políticos mienten asiduamente a sus clientes. Y en España, además, mienten muy mal.
Estos días estaba especialmente asqueado por las mentiras de Sánchez a fin de justificar nuevas elecciones. Iglesias se puso prácticamente de rodillas al ofrecerle una coalición temporal, y Sánchez siguió diciendo que no porque sueña con recuperar el bipartidismo con un PSOE preponderante. Pese a que ése es el fin que le mueve, y que le lleva a poner en riesgo los derechos y libertades de todos los españoles en unas nuevas elecciones que pueden dar el gobierno al PP con ministerios de Vox, intenta engañarnos del modo más burdo diciendo que no quiere elecciones pero la coalición es una atrocidad inconcebible que no puede aceptar (a pesar de que la mayoría de países europeos tienen gobiernos de coalición). Sánchez nos convierte en dados manoseados por un tahúr www.meneame.net/m/Artículos/no-nos-tomeis-dados-manos-tahur-saldreis-
Pero al anterior espectáculo se suma otro aún más bochornoso. Rivera, que en julio rechazó tajantemente la reunión que Sánchez le proponía para negociar, le ruega ahora una reunión "urgente" para evitar nuevas elecciones www.elmundo.es/espana/2019/09/17/5d808970fc6c834b578b4639.html ¿El motivo? Todas las encuestas dicen que Ciudadanos se hundirá si votamos en noviembre, pues el grueso de su electorado centrista irá al PSOE y el más conservador volverá al PP. Rivera está dispuesto a avalar "El Plan Sánchez" y a unirse a "La Banda de Sánchez" (que según decía en julio representaban todos los males de la "antiEspaña") para conservar el sillón.
Muchos rumores apuntaban a que Iglesias iba a aceptar, en el último momento, apoyar a Sánchez sin entrar en el gobierno (posiblemente por el miedo a un batacazo electoral contundente aunque menor al de Rivera), pero al salir la noticia de que Rivera podría entrar en La Banda de Sánchez, desde Podemos se ha dicho que en tal caso se replantearán cambiar su abstención por un NO. Es decir, que pase lo que pase vamos a elecciones.
Ojalá hubiera un colegio profesional similar al de abogados donde se pudiera denunciar a los políticos por mentir a sus clientes y administrar deslealmente (buscando su beneficio personal en detrimento del colectivo) los encargos profesionales que les han encomendado. La mayoría de los actuales líderes estarían sancionados con inhabilitación permanente para el ejercicio de la profesión. Porque lo que estamos viviendo no es menos grave que la conducta del abogado que, previo soborno, engaña a su cliente para que llegue a un acuerdo desastroso para sus intereses con la otra parte.