En otoño de 1926, Anteo Zamboni, un chaval con discapacidad mental, intenta disparar a Mussolini durante un desfile en Bolonia.
Tras el primer disparo, una turba se lanza encima de un chico de 15 años. Una trituradora humana. Empujados por la imitación, por el contagio violento, son decenas los que se suman, los que aportan golpes, puñaladas (se contaron 14), patadas y hasta algunos disparos. Con el cuerpo ya muerto de un niño que apenas sobrepasa el metro y medio de altura, la multitud logra separar a un viejo camisa negra que sigue estrangulando a ese amasijo de huesos rotos y sangre, para colgarlo en una farola donde la multitud le lanza adoquines hasta que vuelve a caer al suelo.
Ni el propio Duce creyó las explicaciones que se dieron a los disparos que se produjeron durante aquel desfile como explica Scurati en "M, el Hombre del Siglo".
La extraordinaria calma de Mussolini llegó a hacer pensar a aliados y enemigos que todo estaba preparado. Y que aquel pobre chaval discapacitado no fue más que un pobre instrumento que el dictador utilizó para forjar su ya labrada mística de inmunidad y liderazgo. Es algo que nunca llegó a aclararse. El Duce tampoco mostró interés alguno en la investigación del atentado.
De cualquier forma, llama poderosamente la atención las líneas que dedica el Washington Post del 1 de noviembre de 1926 al suceso y que no menciona en ningún momento los numerosos cabos sin atar del atentado , para acabar convirtiendo la crónica de un intento de asesinato en esto..
"Es una bendición para Italia que Mussolini se haya salvado. Su tarea no ha terminado. Según la opinión de muchos estudiosos de asuntos italianos, el sistema fascista caería si Mussolini muriera. Es una institución que inspira tanto una fanática devoción como una fanática oposición, pero, a pesar de sus tendencias represivas, está transformando Italia en una nación productiva y próspera […]. Mussolini es un hombre valiente que desafía a la muerte cumpliendo con su deber. Está triunfando y se merece la admiración del mundo. Cualquiera que aborrezca el comunismo y los asesinos que este produce deben esperar fervientemente que la vida milagrosa de Benito Mussolini prosiga".
Resulta increíble, como en defensa de los intereses geopolíticos/económicos, los mass media occidentales pueden llegar a defender las dictaduras más sanguinarias.
Pero resulta aún más estremecedor comprobar que nada ha cambiado en 96 años.