Y dicen que la pandemia ha mostrado nuestro lado más egoísta, ¿pero cómo no iba a ser así? ¿Cómo iba a ser de otro modo cuando se han metido tantas cuñas en la sociedad que es imposible ya considerarla un todo?
Cuando la polarización alcanza a cada faceta de nuestra vida, la sociedad desaparece. Porque la sociedad no es sólo una caja común para evitar las situaciones negativas o peligrosas. Eso es una mutua o una empresa de seguros. La sociedad es un acuerdo tácito para un proyecto común, y cuando no existen ni el acuerdo ni el proyecto no hay razón alguna para sacrificarse por el bien del otro.
Los viejos exigen que se blinden sus pensiones mientras un 41,7% de los jóvenes no tienen empleo. Pues los jóvenes salen de botellón, porque a ellos el virus les da mocos y tos. ¿Qué esperabais?
Nadie lucha por aquello en lo que no cree. No se queman libros en blanco ni se prohíben las mentiras estúpidas. Cuando la gente percibe que el significado de la palabra "nosotros" no tiene que ver con ella ni con su vida, crea entonces el "vosotros" y asume que esas normas son las vuestras y se pasa a la resistencia. La de votar con los pies. La de votar con el fraude a la caja común. La de votar con la indiferencia a lo que le pueda pasar a ese vecino que te grita desde el balcón, te manda callar cuando no opinas como él y aprovecha la mínima ocasión para exigirte algo, lo que sea, en nombre de una causa común que, vaya putada, siempre le sale rentable a él.
Si nos dividimos por género, por ideología, por lengua, por religión, por raza, por clase social y hasta por lo que comemos o nos follamos, no se puede esperar luego la menor unidad ante una emergencia.
En este río revuelto, los pescadores se están poniendo las votas y también, en buena parte, es culpa nuestra.
Porque a lo mejor, esa constante y profunda división social es una de las principales causas de que nuestros resultados ante la pandemia sean peores que los de nuestro entorno.
¿Pero quién quiere hablar de eso?