Con el cine japonés pasa un poco como con su comida: al principio te parece extraña e inabordable, luego no puedes olvidarla y la incluyes en tu vida para siempre. A los veintipocos, una novia me obligó a ver cine japonés y jamás podré agradecérselo lo suficiente.
El cine nipón, y el asiático en general, requieren aprendizaje, paciencia, empatía pero ante todo, exigen una mente abierta.
En la foto: Francis Ford Coppola, Irvin Kershner, Akira Kurosawa, George Lucas, Steven Spielberg, Carroll Ballard.
El doblaje al español es casi siempre horroroso, por lo que debemos procurar verlas en v.o. y el japonés es un idioma seco y cortante que requiere aclimatación.
El ritmo es más pausado, los actores tienden a lo que en un principio podemos considerar sobreactuación o inexpresión (no suele haber término medio), los diálogos suelen ser cortos y directos (aunque muchas veces encierran una poética profundísima) y la imagen y la composición, especialmente en el caso de Ozu, Kurosawa, Kobayhasi o Mizoguchi, son tan o más importantes que el guion.
Leone, que le debe a Kurosawa algunas de sus más grandes películas ("Por un puñado de dólares" es un remake casi literal de "Yojimbo") decía del director japonés que le permitió observar "no el cine, sino la vida con una perspectiva más amplia". Una mirada que influyó poderosamente en la estética, la composición, las tramas...que definieron uno de los géneros más importantes de Hollywood: el western.
Con Rashomon, Kurosawa, desconocido hasta aquel entonces en Europa, logró ganar la que probablemente fue la mejor edición del Festival de Venecia, imponiéndose a Un tranvía llamado deseo (Elia Kazan), El río (Jean Renoir), El gran carnaval (Billy Wilder) y Diario de un cura rural (Robert Bresson), casi ná.
Pero esa película no fue importante por ser el primer éxito japonés en Europa, sino por lo que George Lucas llamó el efecto Rashomon, que rompía con la tradicional narración omnisciente, impregnando el relato de subjetividad. Esta nueva forma de narrar cambió el devenir del cine para siempre. Podemos ver su poderosa influencia desde las tempranas Cautivos del mal (Vincente Minnelli, 1952) o el musical Las Girls (George Cukor, 1957) hasta clásicos contemporáneos como Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992), Sospechosos habituales (Bryan Singer, 1995) o Gosford Park (Robert Altman, 2001).
George Lucas también admite que, sin Kurosawa, Star Wars probablemente no habría existido (el único defecto del director japonés). Son tantas las maravillas que han creado los japoneses...
Barbarroja, "la película más hermosa rodada jamás sobre la vocación" (Fellini); Harakiri, "la obra más bella que he visto jamás" (Kubrick); Vivir, "la más dura y profunda reflexión sobre la muerte, esa película cambió mi forma de entender la profesión", (Tarkovsky); La condición humana, "el más bello homenaje a la vida en mitad del hundimiento" (Bergman); La mujer de la arena, "quisiera ser japonés para poder crear esa insuperable tensión" (Hitchcock); Yojimbo, "todos los western están aquí" (Cukor); Primavera tardía "el cine solo debería ser esto" (Renoir)...la influencia del cine japonés se derrama por toda la cultura del séptimo arte desde los 50 hasta nuestros días.
En la época final de su carrera, Kurosawa recibió el Oscar a la Mejor Película Extranjera, Spielberg y Lucas batallaron con la Academia para poder hacerle entrega al japonés de la estatuilla. En el discurso de entrega, Spielberg lo definió como el "más grande cineasta vivo". Spielberg pudo hablar con el genio japonés al término de la ceremonia y este, con una sonrisa en la cara le dijo: "Señor Spielberg, no se ofenda, pero creo que si usted cree que yo soy el mejor cineasta vivo es que ha visto muy poco cine japonés".