Puede que España necesite invertir en defensa, porque tiene al sur un vecino chungo y la póliza de nuestras alianzas no cubre ese riesgo, pero la moto que intenta vender la OTAN de que todos tenemos que invertir más en defensa es un tocomocho lógico en toda regla. Y digo lógico y no ideológico. Trataré de explicarlo.
A día de hoy, y más viendo lo que vemos en Ucrania, está claro que Rusia no puede librar una guerra convencional contra la OTAN. Si se trata de pegarnos con tanques, aviones, misiles y helicópteros, la OTAN puede despachar a Rusia en cuestión de semanas. Por capacidad de fuego, por tecnología, por alcance y precisión de las armas. Por todo.
Si la guerra, en cambio, pasa por utilizar armas atómicas, entonces da igual todo, porque es lo mismo que nos maten dos que doscientas veces. Yo, después de la primera muerte, me retiro, oye.
Así las cosas, si ya ganamos de calle en armamento convencional, ¿de qué sirve invertir una fortuna en más armamento convencional? ¿Para derrotarlos en cuarenta días en vez de en sesenta? Me temo que no. Me temo que sirve para alimentar la avaricia del complejo militar y de los fabricantes de armas, pero poco más, al menos en el sentido práctico militar.
Más armas no significa más ventaja. Más armas no significa más paz. Desde que la disuasión nuclear existe, tener más aviones, más tanques y más misiles, sólo asusta a quien no tiene armas atómicas.
Conviene recordar, me parece, que si se invadió Irak no fue porque tuviese armas de destrucción masiva, sino justamente porque todo el mundo sabía que no las tenía.
Me parece que sería necesario repasar las normas del juego real antes de tragarnos según qué conclusiones interesadas.