Parecerá un mal chiste, pero este gobierno de coalición el día de su nacimiento cayó en medio de la arena de un circo romano, en plena carrera de caballos de Ben-Hur y desde enero de 2020 anda esquivando la cuadriga de la que tiran los cuatro equinos fantásticos que alucinó San Juan Evangelista como despedida y cierre del Nuevo Testamento. Se ha encontrado gafado por una maldición bíblica desde su mismo comienzo. La primera bestia apocalíptica que se le encaró fué el de la peste, el caballo amarillo, en forma de pandemia mundial. El segundo fué el rojo, la guerra, según la tradición que interpreta cada color con una clase de calamidad. El tercero, el negro, para una cultura campesina como la que redactó el texto bíblico era la escasez de cosechas que llevaba al hambre. Para este gobierno va a ser una sequía atroz y la ola de incendios sin precedentes que , me temo, va a llegar este verano de forma inevitable. Basta pasearse por los campos del centro y el sur del país para notar ya los efectos de la ausencia de lluvias apreciables desde diciembre. “Abril lluvias mil” dice el refrán. Huele a problemas, graves cuando al refranero meteorológico le aplican tan tajante desmentido. La nuestra no es la sociedad agraria de la Judea del siglo I, y no habrá muertes por hambre, pero la inflación de los precios de los alimentos en productos como el aceite o las frutas y verduras está ligada a las malas cosechas y la ausencia de lluvias.La subida de tipos de los bancos centrales no va a servir, no va a traer agua a los campos y sospecho que la inflación ha venido para quedarse hospedada indefinidamente en nuestras casas.
Queda el ultimo caballo, el caballo blanco. Unos lectores de la biblia le interpretaban como el representante de la muerte, otros como el de la esperanza. En fin, menos mal que no soy creyente y no doy por hecho que se presente ese equino con dios- sabe-qué otra desgracia....y es que cualquier otra sorpresa puede atropellarnos, por que más allá de los relatos escatológicos todos estos caballos corren desbocados por un proceso de aceleración histórica muy poco tranquilizador . Hay etapas de la historia de “extraordinaria placidez “, pero no hemos sido agraciados con ello. La crisis climática va ser una centrifugadora, un acelerador histórico que no tiene precedentes. Ninguna sociedad humana desde el paleolítico ha sufrido los cambios climáticos tan globales, veloces y drásticos como los que nos va a tocar asumir.
Y me temo que este verano va a ser el primer acelerón. Agárrense fuerte y peguense bien a las paredes, que los tiempos vienen sin freno de boca ni bridas.