A estas alturas ya sabéis casi todos que cuando era mozo pasé bastante tiempo investigando y escribiendo sobre la II Guerra Mundial. Una de las cosas más fascinantes que me encontré entonces fueron los testimonios de los franceses sobre cómo funcionaba la vida en Francia durante la ocupación.
Para ponernos en situación, lo primero que hay que tener en cuenta es que la ocupación duró cuatro años. Cuatro putos años. Y que la gente tiene la mala costumbre de intentar seguir viviendo. Todos.
Así las cosas, resulta que los incidentes con la resistencia y los actos violentos se circunscribían a algunas pequeñas zonas, mientras que en el resto del país la gente trataba de montárselo como mejor podía. Los franceses, y los alemanes. Hay que tener en cuanta que en los años 40 la distribución de la población no era la misma que ahora, es decir, que no había macrourbes y sí muchas, muchísimas ciudades medianas, donde lo más que podía pasar era que le pincharan las ruedas a un coche de los alemanes. Eso, tirando por lo alto.
Aún así, la Alemania nazi decretaba el toque de queda en los países ocupados. Más que nada, para no tener allí tropas vigilando y que la cosa no se desmadrase. Y porque lo mandaban los jefes.
¿Y que opinaban los franceses? Pues de todo, pero en general, que era cojonudo, porque el pretexto lo pintaban calvo para quedarte a dormir en casa de un amigo. Vine tarde del trabajo y me quedé en casa de Antoine. Se nos hizo tarde y nos quedamos a dormir donde Cecile.
El toque de queda era una cosa muy estricta que te podía llevar a la cárcel en 1940, pero en 1942, si te pillaba la patrulla alemana, te pedía tabaco y te acompañaba a casa, porque Hans y Gunther te conocían, te compraban el pan y no querían ni un puto lío que los pudiese mandar a Rusia. Vivían allí, salían de fiesta allí, salían con la hija del pescadero y, a sus veintidós años, lo que les apetecía era acabar la puta guardia sin novedad y no meterse en jaleos. ¿Por qué, sino, tantos soldados ocupantes siguieron veraneando en Francia a partir del año 47? ¿Por qué tantos compraron casas allí. Esa estadística es el descojone: casi 300.000 alemanes compraron una casa en Francia en los años 50, y muchos de ellos lo hicieron porque habían pasado en ese pueblo la ocupación y tenían un montón de amigos.
La vida se impone a la guerra. La gente se ayuda, no toca los huevos y trata de hacer más llevaderos los malos tiempos. Los franceses que pasaron la guerra prisioneros en Alemania (en las granjas, como mano de obra) acabaron parecido: acostándose con la granjera y ordeñando vacas, que erra lo que hacían en su pueblo. Algunos ni siquiera volvieron cuando los liberaron (conocía personalmente a uno)
¿Y los franceses durante el toque de queda? Pues igual. Coño, Gunther, no me jodas, que vengo de jugar a las cartas y me levanto a las seis para hacer el pan. No seas cabrón.
Y se iba tirando. ¿Qué otra cosa se podía hacer?
Pero el toque de queda no le importaba a nadie una mierda, porque el que quería saltárselo se lo saltaba, y le servía de pretexto para un buen revolcón. Y el que no tenía amigos ya se quedaba en casa desde 1925. Porque la gente solitaria está igual de jodida antes y después, porque ese es el verdadero mal, la tristeza, y no la ocupación o el toque de queda.
Siempre es igual. Nada cambia. Si nos quieren poner ahora un toque de queda de once de la noche a seis de la mañana, pues habrá que quedarse a echar una cabezada en casa del que organice la juerga. Y los chavales podrán decirles a sus padres que los pilló el toque de queda. Y los maridos a sus esposas. Y las esposas a su maridos. Y los perros a sus perreros.
Nada cambia.
¿Dónde creen que van con estas chorradas de imitación? ¿A quién creen que encierran?
A los tristes. A los desgraciaos. A los de siempre.