El ejército israelí lleva años disparando contra civiles. Y previsiblemente lo hará de nuevo, a mansalva, en los próximos días.
No entro a juzgar esos hechos, ni los actos, también criminales, de grupos palestinos como Hamás que, mira por dónde, también disparan habitualmente contra civiles.
Lo que me pregunto ahora es qué clase de consecuencias puede tener esto para la guerra de Ucrania, tanto sobre el terreno como sobre el relato.
Israel siempre fue uno de los peores talones de Aquiles de Occidente, en tanto pretendido defensor de la paz, la justicia y el derecho internacional. Siempre dificultó pedir que se cumpliesen las resoluciones de Naciones Unidas, se respetaran las fronteras o se desmantelara el apartheid. Israel es una democracia, vale, pero algunas de sus leyes discriminan a las personas por su origen o su religión.
Todo esto no es nuevo ni mucho menos, pero ahora nos lo ponen delante de la cara en plena invasión rusa de Ucrania, y los europeos, a los que se les piden enormes sacrificios por bien de la justicia y el derecho, quizás se pregunten por qué es peor tirar misiles contra Jarkov que contra Gaza, si en ambos casos caen sobre las cabezas de civiles desarmados.
Porque eso está sucediendo y eso va a suceder. Israel intentará legítimamente eliminar a los elementos de Hamas que han perpetrado el ataque, pero no tendrá problema, me temo, en añadir unos cuantos cientos de cadáveres de inocentes.
Y como siempre hemos hecho por esta zona del mundo, callaremos, porque Israel se rige por otra ley, al parecer.
Pero aquí y en medio mundo, cuando Rusia haga lo mismo, va a costar horrores sostener el relato de que nosotros tenemos que sacrificarnos por la defensa del débil, profundizar en las sanciones, gastar en armas, pagar gas licuado americano y callar.
Por eso mi conclusión es que cuanto más dura sea la respuesta israelí, más putas las pasarán los ucranianos.
Por eso creo que, de un modo u otro, la mano de Putin puede estar detrás de todo esto.