Desde noviembre de 2015 soy uno de los varios millones de personas que han pasado a engrosar las listas de desempleados, me resisto a utilizar la palabra “paro” y sus derivados, pues el significado de estas no reflejaría en absoluto mi actual situación. Para quien haya estado en la misma coyuntura, estará de más explicar el estado de ansiedad que provoca estar en una circunstancia que no has buscado y en la que los muchos esfuerzos que dedicas a subsanarla resultan en vano. Pero sin duda lo que más me ha sorprendido y no precisamente para bien, han sido las prácticas de las personas cuyo trabajo supuestamente es ayudarte a resolver tal tesitura.
Dichas personas tienen un empleo cuyo nombre resulta imposible que pueda prestar a confusión, “orientador laboral”, aunque cabe destacar que en los últimos tiempos han surgido conceptos como: “coaching”, “mentoring”, “networking” …etc. Por lo que se ve las palabras en inglés suenan mejor, y parece que solo por pronunciarlas ya estás haciendo algo de suma importancia, aunque los resultados sean siempre nulos, y te quede la extraña sensación que eres el instrumento que sirve para justificar el trabajo de ciertas personas y también para que instituciones tanto públicas como privadas reciban jugosas subvenciones.
¿Pero cuál es el método principal de las personas anteriormente mencionadas?, pues uno que desgraciadamente se ha puesto de moda últimamente, “pensamiento positivo”, dos palabras que oírlas me provoca una ira que solo mi moralidad consigue contener. Y es que analizando en profundidad esas dos palabras, lo único que queda claro es que quien las pronuncia te hace culpable de tu situación por no recrear cada vez que sales a la calle la memorable escena de la película “Cantando bajo la lluvia”, como si el ser feliz en lugar de ser un derecho fuese una obligación.
Mi conclusión tras lo explicado anteriormente es sencilla. La psicología (en la cual no he creído nunca) ha adquirido mucho protagonismo en tiempos de crisis, creo que con la deplorable intención de convertirse en el efecto placebo de personas cuya situación comienza a ser o ya es desesperada. Un servidor ha asistido a sesiones de coaching en las que entre otras cosas se me comparaba con el camino de Santiago, con el bambú, en las que se me pedía que me describiese a través de un objeto que previamente había cogido de una bolsa sin mirar, o que mirando la imagen de un iceberg dilucidase si yo era la parte que sobresalía del agua o la que quedaba sumergida.
¿Y qué me queda después de todas estas experiencias?, aunque me esfuerzo en pensar que dichas personas creen realmente en lo que hacen y que tienen buena intención, este pensamiento va dejando paso a lo que expresaba en el segundo y tercer párrafo de este artículo, más teniendo en cuenta que vivo en un país cuya máxima es hacer negocio de todo. Con este panorama resulta difícil, si no imposible, pensar que los parados no íbamos a servir para que algunos se lucrasen.