Describir todo el proceso y vida de esta plataforma sería demasiado extenso. Por eso me ceñiré a la serie de lazos y redes que fuimos capaces de construir desde abajo, que posiblemente sea lo más interesante para la reflexión que se está haciendo sobre el sindicalismo de base, pasando por algunas de las iniciativas y acciones más destacadas.
Tras la crisis de 2008
Salvo para quienes daban la espalda al resto de trabajadores o padecían de fetichismo de siglas, el movimiento que supuso “Correos en Lucha” fue comprendido como relevante. Veníamos de años muy duros donde la crisis de 2008 todavía tenía un enorme impacto en la vida de las familias trabajadoras, con un Convenio nefasto firmado en 2011 (y aún vigente), perdiendo personal y poder adquisitivo a pasos agigantados y con una dinámica sindical que invitaba poco o nada, salvo honrosas excepciones, a creer que las organizaciones existentes tenían capacidad para obrar grandes cambios. Por eso, todo estímulo que supusiera organizar y movilizar gente para la lucha por nuestros derechos y los servicios públicos, debía ser apoyado y alentado.
Sabíamos que si acertábamos, había mimbres para que una buena idea se convirtiera en una herramienta real y, sobre todo, con utilidad. Obviamente, éramos muy conscientes del momento que vivíamos. Hablamos de unos años (2014-2015) donde el flujo social era más vibrante que el actual: surgían mareas, marchas, incluso partidos como expresión (al menos parcial) de este “desborde” social a raíz de la oleada de huelgas entre 2010 y 2012 y el movimiento 15-M.
La gente que iniciamos esa aventura lo hicimos, principalmente, empujados por la idea de que teníamos que ser muchas más personas dentro de la plantilla las que estuviéramos dispuestas a dar un paso al frente ante la degradación de las condiciones laborales, del servicio público y la pérdida de derechos en Correos.
Con nuestra diversidad, en su mayoría orbitábamos en torno a CGT (hecho que fue utilizado para acusarnos desde un primer momento de ser su marca blanca) y no teníamos la intención de montar un sindicato nuevo. Nuestra motivación primordial era contar con un punto de encuentro para la plantilla lo más accesible y cercano posible, donde no importase ni el tipo de contrato, ni la sigla de tu carnet sindical.
Sentando las bases
El grupo fundacional, antes de lanzar la iniciativa, dedicamos mucho tiempo a poner nuestro pensamiento, experiencia y forma de entender las cosas sobre la mesa, a estudiar documentación y normativa, a ahondar en los diferentes temas. Esa etapa fue clave para sentar unas bases y generar unos primeros consensos sobre los que edificar. No estuvo exenta de algunas controversias, las cuales se resolvieron a favor de una proyección amplia y con vocación de mayorías.
Como no éramos delegados sindicales, tuvimos que ser creativos a la hora de llegar a las diferentes plantillas y generar toda una red de contactos. Tocó desempolvar la agenda, quedar con muchas compañeras a la salida del trabajo y presentar nuestra propuesta de plataforma sabiendo en todo momento que, si lográbamos que se sumase mucha más gente, los primeros acuerdos del grupo motor tendrían que ser nuevamente sometidos a discusión y aprobación. No llevábamos un producto acabado ni vendíamos soluciones definitivas. Se partía de la humilde pero arrolladora premisa de “pongamos el futuro en nuestras propias manos, dejemos de delegar pasivamente”.
Teníamos que afrontar grandes dificultades: La fragmentación en una infinidad de centros de trabajo, la diversidad de puestos base, la existencia de múltiples variantes contractuales. Y no solo eso, también cierto conservadurismo asociado a nuestro pasado como parte de la Administración del Estado y una cultura sindical mayoritaria que ha promovido durante décadas el inmovilismo, la pasividad y el corporativismo.
Por eso necesitábamos nuevos esquemas (o variantes más audaces de los existentes) si queríamos tener una opción de movilizar y atraer no sólo a la gente ya convencida (que por lo general se encontraba en la esfera de CGT), sino a sectores dentro de la plantilla con menor tradición sindical e incluso con poca experiencia de participación estable en reuniones, asambleas, movilizaciones, etc.
Un espacio amable y dinámico
Para que eso fuese posible, se requería un lugar amable y dinámico, donde supieras que venías a trabajar e intercambiar, pero también a compartir ratos distendidos y más fraternos. Ir a una asamblea en fin de semana con el reventón del trabajo, era más llevadero si sabías que durante un rato tocaría informar, proponer y decidir, después preparar carteles y pancartas para la próxima manifestación y finalmente tomar algo junto a compañeros que no eran necesariamente los de tu centro de trabajo. Fue esencial crear tal “mundo propio”.
Se procuraba que cada persona que acudía y participaba tuviera un rol, un cometido y pudiera aportar a su manera y en base a su grado de vinculación. Unos tenían contactos en emisoras de radio, otras conocían espacios gratuitos donde poder reunirnos, alguien podía hablar con algún partido político para que nos dejasen intervenir en eventos contando nuestra problemática, alguien era bueno haciendo fotos, diseños de camisetas o escribiendo comunicados.
Cada quien tenía algo importante que comentarle el lunes a su plantilla acerca de lo que se había hecho en la asamblea y cuáles serían los próximos pasos, animando siempre a participar a más y más compañeras. Siendo iguales que el resto de compañeros, demostrábamos que era posible no resignarse, unirse, organizarse y plantar cara. Que merecía dedicar parte de nuestro tiempo libre para implicarnos en algo que buscaba el bien colectivo.
A su vez, fuimos uno de los colectivos que entendió pronto la importancia de las redes sociales y la necesidad de renovar las formas comunicativas. Precisamente por el tamaño de la empresa, por lo imposible de llegar a todos los centros de trabajo, la presencia en redes era un elemento indispensable para aumentar nuestra capacidad de difusión y generar una corriente de opinión desde la plantilla. Aunque las asambleas fueran de ámbito madrileño, siempre tuvimos una visión estatal.
En la Plataforma sabíamos que teníamos las manos más libres que cualquier sindicato a la hora de abrir melones, plantear reivindicaciones o concentrarnos en algunos temas o campañas (fijos-discontinuos, eventuales, pérdida de empleo, reconversión en clave privada, etc). Lógicamente, cuando formas parte de una organización sindical y sobre todo cuanto realizas labores de representación y delegación, las tareas son mucho más variadas e ingentes, lo urgente en no pocas ocasiones se entrecruza con lo necesario y hay muchos más elementos y procesos que no dependen de ti.
El reverso de esa “libertad” era la falta de infraestructura, el tener que invertir mucho de tu tiempo libre en tirar para adelante del espacio y ahí era donde más se veían las posibilidades militantes de unas y otros. Como ocurre en cualquier organización, tiende a haber un núcleo duro con la gente más abnegada que entrega mayor tiempo e implicación 24/7 y otros grupos concéntricos conformados por personas que participan con diferente intensidad. No obstante, la inteligencia en el sentido organizativo fue comprender que desde la compañera que proponía puntos para el orden del día o había participado en el último evento público, hasta la que había venido a las manifestaciones o compartía todos los materiales en sus grupos y redes sociales, tenía su rol y sumaba al colectivo.
Recogiendo los frutos
Cuando, sobre todo en 2016, en Madrid comenzó el “boom” de los paros parciales en las unidades de reparto, esta red tejida durante los años previos jugó un papel de primer orden. Por supuesto que CGT en las carterías tenía (y tiene) una gran fuerza y presencia, pero como he comentado más arriba, las características propias de “Correos en Lucha” habían permitido llegar a sectores que desde el sindicato hubieran resultado menos accesibles.
La Plataforma en movimiento
Durante los años de actividad de “Correos en Lucha” nuestra participación en movilizaciones y todo tipo de expresiones de la sociedad civil fue muy intensa y variada. Sobre todo al comienzo tuvimos mucha proximidad con la gente de “Unipost en Lucha”, tanto por trabajar en el mismo sector como por similitudes a la hora de abordar la pelea. Pensábamos en que juntos tendríamos más opciones no solo de mejorar nuestras condiciones de trabajo propias sino también empujar hacia arriba las de todo el sector, más allá de la empresa en la que estuviéramos contratados.
Con especial emoción recuerdo la “puesta de largo” en la marcha convocada por “Mareas Ciudadanas” el 22 de febrero de 2015. Era la primera vez que convocábamos la “Marea Postal”, a la que acudieron cientos de compañeros, con sus uniformes o las camisetas amarillas que diseñamos desde el colectivo. Junto a las mareas de sanidad, educación, etc, por fin, la plantilla postal, con una sonrisa propia de quienes están jodidos pero confían en que juntas pueden cambiar las cosas.
Poco después, en la Unidad de Reparto de Majadahonda se inició una huelga histórica que duró alrededor de tres meses. Decían “basta” a la sobrecarga de trabajo, a la falta de personal, a los abusos diarios por parte de la empresa y la degradación del servicio público postal. Desde la plataforma decidimos, obviamente, apoyar su resistencia y promover la solidaridad tanto social como económica. En mi memoria queda su tesón, su unidad y su gratitud hacia todas las personas (compañeros, políticos, etc) que arropamos su valiente iniciativa. Sólo CGT respaldó activamente esta huelga, volcándose como todos los sindicatos debieron hacerlo. Para que luego se siga repitiendo el mantra de que “todos son iguales”.
Como decía, desde la plataforma también desafiamos el corporativismo y practicamos la solidaridad con otros colectivos de trabajadores y sociales. Posiblemente, lo más destacable fue participar en las Marchas de la Dignidad (movimiento que durante algunos años aglutinó a muchas formaciones obreras, sindicales, políticas y sociales), así como ser parte de la génesis del espacio “Unificando las luchas”. En sus orígenes su función era coordinar acciones y movilizaciones de diferentes colectivos que estábamos dando la batalla en aquel tiempo. De hecho, los tres grupos iniciales fuimos “Coca-Cola en lucha”, “Técnicos de Movistar en lucha” y “Correos en lucha”. A posteriori fueron llegando muchos otros colectivos (hay carteles con numerosos logos de las acciones convocadas) e incluso después este espacio tomó de forma de plataforma, pero no puedo detenerme ahora en explicar dicho proceso.
Sí, en nuestro colectivo había conciencia de clase, es decir, comprensión de que la gente trabajadora tenemos toda una serie de rasgos y problemáticas comunes (independientemente de que los dueños de las empresas en las que estamos empleados sean distintos). Teníamos claro que había más opciones de victoria si estábamos agrupados en lugar de divididos. Y por supuesto, había conciencia social: partiendo de la idea de que los servicios públicos son el mejor patrimonio social, no luchábamos por mejorar nuestras condiciones de trabajo sólo para vivir mejor nosotras, sino para poder prestar un buen servicio postal a toda la ciudadanía.
Daba gusto estar en una acción convocada por nuestra plataforma y ver a los espartanos de Coca-Cola apoyándonos. Con muchos de esos colectivos nos encontrábamos frecuentemente en manifestaciones que trascendían nuestros conflictos laborales particulares y también en eventos políticos que algunas formaciones (especialmente Podemos e Izquierda Unida) nos abrieron para ayudar a dar a conocer tanto nuestros problemas como nuestras iniciativas para revertirlos.
Los lazos forjados en esos años aún perviven de una u otra forma. Incluso con la plataforma ya sin funcionamiento habitual (aunque se mantengan algunas redes sociales activas para difundir publicaciones e informaciones relevantes), algunos miembros de “Correos en Lucha” han seguido participando en foros internacionales, mesas redondas, y, por tanto, intercambiando experiencias y aprendizajes.
En definitiva, desde mi punto de vista, nuestra experiencia es prueba de que si bien debe haber una discusión sobre el sindicalismo y sus modelos como la que en estos momentos se está dando a escala internacional, es probable que la mejor respuesta que podamos dar es la de absorber lo mejor de cada uno de ellos. El “nuevo” sindicalismo ha de conocer y comprender la experiencia histórica del movimiento obrero, y el “viejo” estar dispuesto a modernizar sus formas y obligarse a ser audaz.
¿Inventó nuestra Plataforma el asamblearismo en Correos? Por supuesto que no. Sólo nos planteamos una fórmula atractiva de participación y generamos un modelo de organización porosa que facilitara el sentido de pertenencia. No teníamos todo un bagaje y pasado (colectivos) que ofrecer, pero levantamos un espacio donde cada paso, cada avance, cada reconocimiento y cada victoria pudieran convertirse en patrimonio de toda la plantilla. Entendíamos “Correos en lucha” como un grito general.
Quienes participamos activamente en esa experiencia, posiblemente hayamos aprendido que la apatía se derrota con ilusión, que las penurias diarias se llevan mucho mejor cuando te organizas para enfrentarlas, que la construcción de un “sí” es determinante si aspiras a cambiar las cosas (y mucho más útil que agitar las pasiones tristes) y que necesitas un lugar sano de trabajo y reflexión donde la confianza dentro del grupo ha de ser condición sine qua non.
A modo de cierre diré que “Correos en Lucha” fue mi primera gran experiencia de pelea dentro de la empresa, donde aprendí a poner el acento en lo que nos une en lugar de en lo que nos divide. En esa etapa me afilié y comencé a participar en CGT, el único sindicato estatal que en Correos considero que no titubea y siempre ha tenido claro que los intereses a los que se debe son a los de la plantilla. Fue en aquellos años cuando, sobre la base de la práctica, acabé de comprender esa vieja frase que dice: “La acción no debe ser reacción, sino creación”.
Autor: Mario Murillo
Fuente: www.elsaltodiario.com/cuadernos-de-trabajo/correos-lucha-una-experienc