Como me canso de hablar de temas políticos que al fin y al cabo no llegan a ninguna parte, quiero compartir con vosotros una reflexión de las que creo verdaderamente importantes, más que quién gobierna, a quien se desentierra o quien nos da por culo.
La cuestión está en cómo se calculan en la vida las cosas bien hechas frente a los errores, y cómo precisamente en eso nos equivocamos y transmitimos a nuestros hijos nuestra errada contabilidad. Y llevar mal este tipo de cuentas es tan grave como intentar dedicarte al comercio y tener una báscula defectuosa, que es malo tanto si va a tu favor como en tu contra.
1. Se toman buenas decisiones cuando los resultados son buenos para nuestro presente y nuestro futuro. Lo de dejar hoy los estudios para meterte en la construcción porque pagan 3500€ al mes no es buena idea.
2. Se toman buenas decisiones cuando las cosas van mejor después que antes, aunque haya un periodo en el que se e pasen putas, también llamado periodo de transición. Pero si después de un plazo razonable, la situación ha mejorado, es que la decisión fue buena. Japón perdió vidas a porrillo, pero no perdió completamente la Segunda Guerra Mundial.
3. El fin no justifica los medios. Pero lo contrario tampoco funciona. Esto es, que si los maravillosos medios en los que estás pensando te llevan a la puta mierda, mejor lo dejas, ¿vale? Yo suelo poner aquí como ejemplo la discriminación positiva, en general y como concepto, pero no deja de ser un tema ideológico.
4. La vida no es un puto marcador de baloncesto, en que todos los aciertos valen lo mismo. Lo que importa no es cuantas veces aciertas y cuántas la cagas, sino lo que sacas o pierdes con cada uno de tus aciertos o tus errores. Si aciertas una vez con una operación a lo grande y ganas cinco millones, puedes fallar el cupón de la ONCE toda tu puta vida. Si te casas con quien debes, puedes equivocarte cien veces de chica de la limpieza. Lo contrario es más jodido, ¿vale? Acierta al elegir tu socio, no a tu presidente del Gobierno.
Bola extra: para cada una de las premisas tengo un segundo ejemplo. Algunos son más confesables que otros. ¿Os sentís reflejados en lo que acabo de contar? Espero que sólo en lo bueno.
Pero quizás alguien debería explicar estas cosas en las aulas.
Yo lo hice una vez durante una conferencia, en 1997, y hace poco me paró un chaval que se acordaba aún de mí.
Casi me muero del gusto
;-)